El firmamento musical está lleno de estrellas, con distintos orígenes, sonidos, letras, propuestas. Sin embargo, cuando se tiene la oportunidad de conocer a una verdadera de cerca, su luz no te enceguece, te envuelve, te atrapa y te cautiva. Así es como se puede describir, la experiencia de estar cerca del cantante español Pablo Alborán, sentir la calidez de su abrazo y su mirada, -cuando arribó a Guayaquil, la noche del lunes 27- y luego de escucharlo y tararearlo a través de Spotify o YouTube, ser testigo de su entrega en el escenario y del genuino cariño con el que se rinde ante sus seguidores.
Con su tour La Cua4rta Hoja, Alborán aterrizó en el Puerto Principal por primera vez. Ha venido a Ecuador en anteriores ocasiones a reencontrarse con sus fanes de Quito. Sin embargo, la noche de este miércoles 29 de noviembre, sus fanáticos guayaquileños lo conquistaron a todo pulmón. A un artista también se lo reconoce por la calidad de los admiradores y del público que lo sigue -en su mayoría-. El concierto empezó puntual, con acomodadores prestos a ubicar a cada asistente en su respectivo asiento y localidad. Si bien no se llenó a totalidad, el espectáculo fue fenomenal, con un despliegue de luces en escenario y pantallas gigantes para que nadie se quede sin verlo a Alborán en todo su esplendor.
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Apareció en tarima a las 20:45. De negro absoluto, dejando que solo su voz, sonrisa y ojos brillen. Acompañado de sus cuatro músicos (Manuel Álvarez Montaño/director musical, Manuel Reina Martínez/percusión, José Marín Rodríguez/guitarra y Antonio José de Haro Maña/bajo) su sola silueta se vio desde lo lejos y las luces se encendieron junto con los gritos ensordecedores de la concurrencia. El anfitrión de la noche no perdió tiempo y de inmediato la música comenzó a sonar.
Carretera y manta, No vaya a ser, Tabú, Voraces fueron las primeras canciones de la jornada, una en la que su familia alboranática fue dispuesta a competir con él por la potencia de su voz.
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Los organizadores tenían todo planeado. Al ingreso del coliseo recibían al público con globos color dorado y en forma de trébol, para darle la bienvenida al músico malagueño. Otros recibían carteles con mensajes creados a partir de las letras de sus canciones. Otros, en cambio, estaban listos con globos en forma de astronautas para cantar con fuerza Saturno, uno de los temas que más emocionó durante la cita. Cuando detrás de él aparecieron las imágenes de unos planetas en blanco y negro con el nombre del sencillo, el público se levantó de sus asientos, otros se subieron en las sillas y con teléfonos en mano comenzaron a grabar, otros a transmitir en vivo. Nadie quería dejar de filmarlo en vivo al artista de 34 años.
Roxana estaba entre las fanes que acudieron al show a la primera localidad. Fue con su pareja, quien en más de una ocasión le ha dedicado canciones del repertorio del español. Estuvieron gran parte del espectáculo cantándose con las manos entrelazadas. El concierto, a medio camino, lograba su objetivo: enamorar más a quienes se habían dado cita.
“Me gustan todas sus canciones, vine con mi mejor amiga porque somos fanáticas de él. Compramos con tiempo los boletos para poder grabarlo en vivo”, dijo Cecilia, quien llegó con Alejandra, desde el norte de la ciudad.
Solamente tú (2011) fue su sentencia de amor absoluto. Quiso arrancar cantando el tema, pero el público quería demostrarle cuánto agradecían su visita. El ‘coro’ que se congregó en el coliseo lo rebasó en potencia y lo enmudeció de la emoción. Con su sonrisa demostró su asombro, sus ojos comenzaron a brillar y resopló para retraer las lágrimas que querían salir. ¿Puede lograr un momento así un artista de otro género al que ni siquiera se lo entiende mientras canta?, por supuesto que no.
Alborán tocó piano, guitarra, bailó, recorrió el escenario y entre cada interpretación se daba el tiempo para reconocerse en la mirada de los espectadores. No actuaba para una concurrencia extraña, compartía un momento íntimo con la familia que lo ha seguido desde que arrancó en 2010 con su carrera.
Alrededor de 23 canciones presentó esta noche, entre las que estuvieron Perdóname, Que siempre sea verano, El traje, Recuérdame, Dónde está el amor, Pasos de cero, Ave de paso, Por fin, Te he echado de menos, Prometo, Si quisieras y Vívela.
“Qué viva el amor, qué viva Guayaquil, qué viva Ecuador”, dijo antes de agradecer por la bienvenida que recibió en el aeropuerto. Con su familia de gira, sus músicos, se despidió brevemente porque ante su salida, sus admiradores no querían dejarlo ir. Retornó ante la petición unísona de: “otra, otra, otra”, para interpretar Llueve sobre mojado, Amigos y La fiesta.
Pablo Alborán debutó esta noche en el Puerto Principal demostrando que ‘no está en sus planes’ ser un ‘ave de paso’ y que es capaz de llevar ‘al paraíso’ a su público con cada letra de cada una de sus canciones. Si vuelve a Guayaquil, no pierda la oportunidad de verlo en vivo, si está en Quito (ofrecerá este jueves 30 de noviembre, en el coliseo Rumiñahui), de seguro saldrá fascinado (a) y más seguro (a), que el mejor refugio y medicina de la vida es la buena música en la voz de un maravilloso artista. (O)