La expresión ‘cadáver exquisito’ describe un juego inventado hace un siglo por un grupo de poetas surrealistas en Francia y probablemente alguna vez usted jugó también esto de crear en grupo una frase o historia, por turnos, y sin ver lo que han escrito los otros jugadores, hasta revelar todo de golpe al final.

Agustina Bazterrica, autora de 'Cadáver exquisito' (2017) y 'Las indignas' (2023). Foto: Denise Giovaneli

Pero en la novela de 2017 de Agustina Bazterrica, Cadáver exquisito, tiene un significado literal y pandémico. Un virus vuelve imposible consumir la carne animal. Para reemplazar lo perdido, el mundo hace una transición y legaliza la cría, reproducción y procesamiento de carne humana. Hay dos estratos: los que comen y los que son comidos. Marcos, encargado de un frigorífico, recibe como regalo un espécimen vivo de alta calidad. Solo debe seguir las reglas. Cero contacto personal, pues esa criatura no es persona. Cadáver exquisito ganó el Premio Clarín de Novela y el Ladies of Horror Fiction Award, y fue finalista de los Goodreads Choice Awards.

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Recién llegada a la Feria del Libro de Guayaquil, Bazterrica tendrá hoy un coloquio con Solange Rodríguez a las 18:00 y firmará libros a las 19:00, en el Centro de Convenciones Simón Bolívar. Esta vez viene con un nuevo título, no menos distópico, Las indignas (2023). En este, después de una temporada de guerras y de catástrofe ambiental, el aire queda irrespirable y el cielo permanentemente nublado. Y un grupo de mujeres viven confinadas en un convento, sujetas a un culto torturador.

¿Qué salto hay entre estas dos novelas? “Pasaron varios años y en el medio (2020) reedité los cuentos que había publicado casi sin recursos en 2016″, dice, hablando de Diecinueve garras y un pájaro oscuro. “Eso me dio para escribir, porque soy sumamente lenta y minuciosa a la hora de encarar un nuevo proyecto. Para mí hay un salto en cuanto a solidez”.

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Y la solidez, indica, vino a causa de los talleres literarios y de lectura. “Creo que en Las indignas se nota una mayor madurez. Y en ese sentido estoy muy contenta con la novela, es un registro diferente, mucho más poético. Yo no creo mucho en los géneros”, comenta. Es decir, estos existen, pero no los ve como límites. Por ejemplo, lee mucha poesía y toma de ella recursos poéticos que en Cadáver exquisito solo usó como ligeras pinceladas.

¿Y el horror? La realidad es mucho peor, opina. “Todo lo que narro sucede (en el mundo real), no hay nada fantástico. Lo que sucede en Cadáver exquisito, si lo piensas, existe en un sentido simbólico, nos comemos los unos a los otros; o lo que les hacemos a otros seres; y si no, lo puedes llevar al plano de lo que les hacen en un montón de países a las mujeres a las que violan, matan y tiran al desierto. Y lo puedes llevar al plano de la prostitución infantil o del trabajo esclavo”.

Sus libros, dice Bazterrica, no están hechos para generar miedo. “Me interesa que vayan más allá, que hablen de la época en la que fueron escritos y que tengan varias lecturas posibles”, aun aquellas que el autor no previó y aquellas con las que podría no estar de acuerdo. “Me interesa que el lector complete el sentido del texto, y a veces no voy a estar de acuerdo, pero si me puede justificar su hipótesis en el texto, está perfecta”.

“No tengo la verdad última a la hora de escribir”, añade, reflexionando en que una vez que se publica, un escrito no vuelve a ser exclusivamente del autor, por muy dueño de los derechos que sea. “Hay lectores que encuentran lo que tú nunca pensaste, lo relacionan con libros que tú nunca leíste. Esa es la maravilla de la literatura, que hay libros que dialogan con otros libros, de autores que vivieron en otro país y en otra época”.

Y aunque es una creadora minuciosa, Bazterrica no se obsesiona con la originalidad. “Cuando uno escribe, en realidad está reescribiendo todo aquello que leyó. Los temas son finitos, pero lo que puede ser novedoso es la mirada, cómo vas a encarar ese tema”.

Foto: Denise Giovaneli

Si bien atesora los talleres con lectores y escritores (virtuales desde la pandemia), no siempre son posibles. Ahora mismo dedica mucho tiempo a viajar. Pero el próximo año los retomará, y promete anunciarlos en sus redes sociales.

Mientras tanto alista su visita a Quito, y de ahí a la Feria del Libro de Miami, y luego a la Feria del Libro de Nueva York. Viene visitando la de Bucaramanga y la de Lima. Esto tiene un costo físico, admite, pero se prepara haciendo ejercicio, entrenando y practicando el arte marcial del taichi chuan. No escribe todos los días, pero trata de estar siempre conectada con la literatura.

“La única vez que me desvié fue cuando estudié canto lírico, porque empecé a trabajar en el Teatro Colón como guía bilingüe y me enamoré de la ópera. Por supuesto, no tengo ningún talento, pero gracias a ese desvío conocí a mi maestra (la escritora y poeta argentina) Liliana Díaz Mindurry, hace más de 30 años”. Hasta hoy, Díaz la lee y corrige. “Cada vez que intenté irme por otro lado, la literatura me trajo de vuelta. Hasta cuando estudié Historia del Arte, siempre tuve en claro que iba a dedicarme a escribir ficción”.

Acá, en Guayaquil, espera encontrarse con Mónica Ojeda, cuyo cuento Las voladoras ha estudiado en sus talleres. También ha leído Mandíbula. “De María Fernanda Ampuero me parece alucinante Pelea de gallos. Cada vez que viajo a ferias, lo que más me gusta es conocer a autores e intercambiar libros”. Ahora mismo está trabajando en otra novela. “Tengo la idea y estoy investigando para eso”. (F)