Desde niña era amante de los animales en general. Tiene recuerdos con su hermano cuidando pajaritos caídos del nido o cangrejos sin una tenaza en la playa. “Creo que es un amor que siempre estuvo ahí, pero me tomó un tiempo saber que era algo a lo que me quería dedicar”, dice Romina Miraglia, especialista en entrenamiento y comportamiento canino, certificada en Starmark Academy, de Austin, Texas.
Su primer perro, en realidad de la familia, lo tuvo cuando ella tenía 7 años. “Estuvo con nosotros hasta que yo cumplí 18 años. Su pérdida me marcó y tardé en volver a pensar en tener otro perro”. Sin embargo, nunca se deslindó por completo porque rescataba animales de la calle, los llevaba al veterinario y luego los daba en adopción.
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Todo cambió con Dylan: disfrutaba enseñarle trucos y salían a caminar. A veces cancelaba planes con amigas por él. Luego de un año, cuando su novio (ahora esposo) se fue a Australia a estudiar una maestría, ella lo fue a visitar y una pregunta de él lo cambió todo: ¿Qué es lo que te apasiona? Dylan, contestó Romina.
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“En esa época no conocía a ninguna mujer, menos una ecuatoriana, que se dedicaba a trabajar con perros. Para mí eso nunca había sido una opción porque no lo había visto. ¿Qué mujer se dedica a entrenar perros? Y él me responde: Tú”.
Esa conversación fue determinante para que esta valiente mujer tomara la decisión de estudiar, internada con Dylan, en la Starmark Academy, localizada en las afueras de Austin, Texas.
“Y así es como toda esta locura empezó. Estuve algunos meses con él, me gradué y allá conocí a mi perra Lacey”. A cada estudiante se les asignaba uno o dos perros del refugio. “Lacey era un ‘caballito chúcaro’: un perro grande, fuerte. Me hizo caer, me arrastró, se me trepaba en los carros. Era completamente indomable”.
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La entrenó, se encariñó y la llevó a vivir con Dylan. “Se llevaron de maravilla desde el día uno y después de unos meses tenía que regresar a Ecuador a emprender en esta nueva profesión. Amarrándome al corazón, decidí dejar a Lacey con una chica que también estaba metida en el mundo del entrenamiento”, recuerda Romina.
Ya en el país comenzó a ir a las casas para dar a conocer este entrenamiento con base, información y fundamentos. “Ya no era el típico entrenador empírico que uno mira en la calle, sino explicándoles a los dueños por qué es importante hacer las cosas de esta forma e involucrándolos en la educación de sus perros, para que sean ellos quienes aprendan conmigo y a quienes yo pueda entregarle la batuta el día que yo termine mi objetivo”.
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Seis meses después recibió un mensaje que alertaba que Lacey no estaba bien. “Cogí un avión y me fui, regresé a Estados Unidos y me traje a mi ‘gorda’. La tengo conmigo desde noviembre del 2014, cuando fue oficialmente adoptada.
Romina se autodefine como una mamá multiespecies, “porque tengo mis hijos humanos y mis hijos perros”. Mis hijos son mi vida, y mis perros han hecho de mí quien soy. Sus dos hijos (5 y 3 años) conocieron a sus perros el día que llegaron a la casa del hospital.
“Desde ese día ellos aprenden a convivir con sus hermanos perros. Siempre muy clara con las reglas, con los límites, con qué es permitido y qué no. Desde que mis hijos empiezan a gatear, yo empiezo a poner reglas muy claras y firmes en la convivencia con los perros. Desde bebés, ellos escuchan que a los perros no los molestan, no se los toca en diferentes lugares, cuando están comiendo o mordiendo algo. Las reglas son fundamentales para evitar accidentes”, enfatiza.
Consejos antes de tener una mascota
“Lo primero es que se informen antes de tomar la decisión, porque no hay que tomarla por impulso ni siquiera porque mis hijos quieran. Un perro es como un hijo, requiere tiempo, trabajo, dedicación, paciencia, constancia, todo esto demanda mucho. Hay que entrenarlos para que aprendan a convivir con nosotros. Los perros no llegan a nuestro hogar sabiendo lo que tienen que hacer ni lo que nosotros esperamos de ellos, ni cómo transitar en este mundo de humanos, y a veces las personas esperan que el perro llegue sabiendo y no es así”.
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Triste partida
Dylan falleció el año pasado. “Estuvo conmigo doce años y fue mi maestro realmente. Fue por quien y para quien me metí en el mundo del entrenamiento y comportamiento canino. Actualmente tengo a Lacey, que vive conmigo, y en la hacienda tengo a Manchas, que es un perrito rescatado que vive allá y lo veo los fines de semana cuando voy”.