Científicos de la Universidad de Oxford y el Instituto Karolinska de Estocolmo presentaron diez aromas a 235 personas de diferentes partes del mundo. En el grupo se encontraba gente de zonas urbanas de América, México y Tailandia, así como agricultores aislados que viven en las montañas de América del Sur, cazadores-recolectores de la selva tropical del sudeste asiático y comunidades pesqueras de la costa del Pacífico de América Central.
“Como estos grupos viven en entornos odoríferos tan dispares, como la selva tropical, la costa, la montaña y la ciudad, captamos muchos tipos diferentes de ‘experiencias olfativas’”, afirmó el doctor Artin Arshamian, del Instituto Karolinska, autor del estudio.
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La intención era examinar si las personas de todo el mundo tienen la misma percepción olfativa y les gustan los mismos tipos de olor o si esto se adquiere con la cultura. Los académicos descubrieron que las connotaciones o afiliaciones culturales tenían poca repercusión en el nivel de agrado de un olor.
Las 10 fragancias utilizadas en el ensayo se eligieron deliberadamente e incluían sustancias químicas que olían a pies sudados, pescado en descomposición, setas, lavanda y vainilla.
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La vainilla, producida a partir de orquídeas, resultó ser el olor preferido, seguido de una sustancia química que huele a melocotón y de un aroma parecido al de la lavanda.
¿Cuáles fueron los más desagradables? Las sustancias químicas denominadas ácido isovalérico, disulfuro de dietilo y 2-isobutil-3-metoxipirazina, que huelen a pies sudados, pescado en descomposición y pimientos verdes demasiado maduros, respectivamente.
“Las culturas de todo el mundo clasifican los distintos olores de forma similar, independientemente de su procedencia, pero las preferencias de olor tienen un componente personal, aunque no cultural”, subrayó Arshamian. (I)