Para la guayaquileña Patricia Illingworth, La mula ciega es “un pretexto” para reunir muchas de sus pasiones: su deseo de tener un negocio propio, su cariño por el centro de la ciudad (“donde he vivido toda mi vida”), su gusto por el café de altura, y su interés cautivo por la cultura montuvia y en especial por la literatura ecuatoriana.