Su charla TED (o TED Talk) se titula ‘El segundo acto de una bailarina’ (2019), una referencia para ilustrar una especie de segunda oportunidad (o ‘siguiente round’) que recibió la bailarina de ballet suiza Miko Fogarty para encontrar la pasión en su camino profesional. Incluso si en ese camino el ballet ya no es su actividad exclusiva.
Fogarty es una bailarina aclamada internacionalmente, medalla de oro en el Concurso Internacional de Ballet de Moscú y una de las figuras centrales del documental de ballet First Position (2011). En su conferencia formato TED (organizada por la Universidad de California Berkeley) ella recuerda cómo una fractura en el pie a los 17 años, cuando integraba el Birmingham Royal Ballet en Inglaterra, fue el detonante para reinventarse y dedicarse a la ciencia como su principal profesión. Actualmente es estudiante universitaria en Medicina Podológica con el fin de convertirse en cirujana de pies.
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En ese nuevo camino, el ballet pasó a ser su segundo oficio, yendo de ser bailarina profesional a una maestra y mentora. Justamente eso es lo que trajo a Miko por una semana a Ecuador, para un taller intensivo con las estudiantes de la escuela Forçak Ballet Clinic (Samborondón).
Esta academia de ballet surgió hace un año como una “clínica de ballet”, con el objetivo de que sus alumnas, en grupos pequeños de diez, reciban una formación personalizada, con el entrenamiento y las correcciones que requieren en cada caso. “En una clínica, cada paciente recibe un medicamento para tratarse su enfermedad, cada uno es diferente y recibe un tratamiento distinto. En la academia yo me adapto a la alumna, no ella a un nivel o a las demás, cada una brilla por su esencia”, explica su directora, Ana María Ron.
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“Es un entrenamiento para que se conviertan en profesionales, las educamos con técnicas internacionales para que se puedan sentir cómodas cada vez que salgan del país, por eso también me interesaba que viniera una maestra internacional”. Así se concretó la invitación de Miko Fogarty.
“Principalmente les estoy enseñando ballet clásico, así que les estoy ayudando mucho con su técnica y su repertorio. Por ejemplo, les enseñé la variación del cisne negro (de El lago de los cisnes) que he bailado múltiples veces. He trabajado con diferentes tipos de estudiantes y eso ha sido genial para mí, espero que ellas también hayan aprendido mucho en este proceso”, contó la bailarina, de 25 años, durante una de las pausas de sus clases la semana pasada.
“Me interesó su perfil porque he sido fan de ella de toda la vida. Yo veía sus videos para poder aprender mucho mejor, ella ha sido mi ejemplo a seguir”, comparte Ron. Pero lo que más le llamó la atención, dice la bailarina guayaquileña, fue en efecto la charla de Fogarty. “Porque yo tuve una experiencia muy similar. Yo era bailarina de ballet profesional, estudiaba en el Point Park University, después fui al Ballet de Barcelona como bailarina profesional. Luego me di cuenta de que me quería dedicar a la fisioterapia, no al ballet toda mi vida”.
Gracias a la anécdota de Miko, Ana Karina se sintió motivada y confiada en dar el salto del arte a la medicina. Si Miko lo había podido hacer, tal vez otros lo podían intentar.
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Luego de su fractura inicial, Miko se lesionó el mismo pie varias veces más. “Creo que eso fue lo que inició mi interés en la salud y la medicina, porque estaba experimentando mis propios problemas de salud, y quería ver cuál era la mejor manera de recuperarme y cómo prevenir lesiones también durante ese tiempo. Luego cuando decidí que no quería seguir siendo bailarina profesional, fue una progresión muy natural para entrar en la medicina. Así que hice cuatro años de universidad y me gradué y ahora estoy en la escuela de medicina podológica, donde acabo de terminar mi primer año de cuatro, así que recién tengo la cuarta parte de mi carrera para convertirme en médico y espero especializarme en cirugía de tobillo en el futuro y ayudar así a mi comunidad”.
Para muchos bailarines, cualquier tipo de lesión importante supone la mayor parte del tiempo el fin de sus carreras y con ello, su mundo, su razón de ser, una realidad que Fogarty no desconoce. “Para quienes se lesionan es muy muy complejo mentalmente, porque ves que todos a tu alrededor continúan bailando y estás atascado y no puedes hacer nada. Así que fue difícil, pero al mismo tiempo estaba tratando de aprender más sobre el cuerpo y cómo sanarlo y eso me llevó a donde estoy hoy. Entonces, en cierto modo, supongo que estoy agradecida por esa lesión para reintroducirme en cosas fuera del ballet y ayudarme a tomar un respiro”.
Al igual que Fogarty, para Ron dar un paso hacia el costado del ballet fue un momento muy difícil en su vida, ya que ambas aman bailar, pero ambas querían algo más de la vida. “Hacer un poco de cada cosa sí es posible, como dice Miko”.
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Todo depende del momento de cada uno. “En este momento, el ballet probablemente sea el 90 % de mi vida, pero durante la escuela es como el 10 % o el 20 %, así que va entre esos porcentajes. Depende de mis prioridades en determinados tiempos. Y también le digo eso a la gente, si están persiguiendo ambos. Si se acerca un examen para la escuela, entonces puedes concentrar el 80 % de tu tiempo en ese examen y el 20 % en el ballet. Pero si tienes una actuación próximamente y puedes enfocar tu tiempo 80 % en bailar y 20 % en la escuela, has aprendido a priorizar tu tiempo”.
Y esa es una de las mayores lecciones de esta bailarina-maestra-futura doctora. “Las estudiantes aquí están muy enfocadas, se mantienen disciplinadas, pero también es importante que sepan que les puede ir bien en la escuela y que hay vida fuera del ballet”.