El frenético festejo final entre hinchas, jugadores, auxiliares y cuerpo técnico refleja el momento del PSG. No se trata sólo de una clasificación a cuartos en Europa. Hay alegría, unión y carácter. Y, sobre todo, hay equipo, juego, funcionamiento. Es la satisfacción, por fin, de estar en el camino correcto. Por eso la felicidad general. Le costó años quitarse el pringoso traje de pecho frío que le impuso la comunidad futbolística internacional. De club lleno de figuras que no alcanza objetivos importantes. De equipo pijama. Catorce años exactos, desde que el fondo catarí asumió el control accionario e inyectó los recursos para volverse grande (lo logró) e intentar coronarse a nivel continental (está en eso).

Logró el reconocimiento general este martes nada menos que ante el Liverpool. Y en Anfield. Un Liverpool que es líder y ya casi campeón de la Premier. Además, ganador con holgura de la primera fase de la Champions. Y sextuple campeón de Europa. Necesitaba un rival pesado y copero el Paris Saint Germain para dar vuelta esa imagen que lo torturaba. Y fue a lo grande. Por penales, pero jugando un fútbol que enorgulleció a sus hinchas y le granjeó el respeto de todos. Después de virtualmente pasarlo por encima en París, entrándole por todos lados (y perder de manera increíble 1 a 0 por la fabulosa labor del arquero Alisson), fue a Inglaterra a buscar el resultado que necesitaba. Y lo consiguió con fútbol y personalidad. Devolvió el 1-0 y avanzó a cuartos de final tras el alargue y los penales. El dramatismo le agregó euforia a la alegría.

No obstante el resultado, lo que impresionó fue su juego, su personalidad, su temple, en un reducto casi sagrado del fútbol, donde han derrapado tantos. “Ahora somos un equipo de verdad”, sintetizó con orgullo su técnico, Luis Enrique, en la rueda de prensa posterior. Es lo que se advierte. Pareció un mensaje por elevación a Mbappé, a quien el asturiano lo masticaba, pero no lo tragaba. Ya lo había lanzado la temporada anterior, cuando se marchó Mbappé: “Seremos mejor el año que viene”, dijo. Quería esto que ha logrado: que todos jueguen para todos, no para una estrella. “Lo fácil era pensar que, sin Kylian, el PSG se iba a diluir sin remedio. Pero la realidad es tozuda”, escribió Javier Giraldo, de Sport, de Barcelona. Exacto, es al revés. Juega mejor. “Es el equipo más fuerte que hemos enfrentado, no sólo en esta temporada, sino en los últimos tres años”, comentó Virgil Van Dijk, dándole un reconocimiento fuerte.

¿Tiene mejor plantel que en el curso anterior…? No, similar. Por el contrario, hizo menos incorporaciones que en años precedentes, aunque fichó bien. Willian Pacho ha sido un acierto magnífico, le da seguridad defensiva y juego aéreo. Désiré Doué, cuando ingresa, es un soplo de frescura en el medio, tiene técnica y puede convertirse en pieza importante. El portugués João Neves aporta movilidad, manejo y llega al área. Y el impronunciable georgiano Kvaratskhelia agrega gambeta y desequilibrio en ataque. Pero nada extraordinario. Simplemente, juega mejor, con armonía, llega a fondo con los laterales, con Vitinha, transformado en el Modric del PSG, con el mencionado João Neves y, por supuesto, con los tres de arriba.

Eso. Y Luis Enrique, claro. Un sujeto que no tiene miedo a nada. Manda a sus equipos al frente contra todos y en cualquier estadio. Domina, ataca, sale a ganar. Sin pelotazos. Y se nota un compromiso total del plantel. El día del 0-1 de local ante el Liverpool fue una maravilla, una orquesta de cámara. Nasser Al-Khelaïfi está feliz con Luis Enrique y ya le ha ofrecido renovar contrato por, mínimo, dos años más. Y el entrenador aceptaría. ¿Dónde estará mejor que en la Ciudad Luz, centro del mundo…?

El tiempo, juez esclarecido, dará su veredicto: la fortuna, que no una decisión elaborada, le hizo enorme favor al Paris Saint Germain: que se marchara Mbappé. Terminaron los conflictos y, sobre todo, ¡qué bien juega el PSG sin él…! El club, el equipo y el técnico se liberaron. Ahora juegan todos para el PSG, no para dársela a un individuo y que este engrose sus números personales. Mbappé es la versión 2.0 de Cristiano Ronaldo: todos deben jugar para él porque sino se enoja. Todos a jugar para el de menos sabiduría y visión futbolística. Antes, la fórmula era el pelotazo al espacio para que Kylian corriera y disparara. Ahora es un colectivo y funciona que es un encanto. Toque y toque, pero con profundidad. Luis Enrique es en cierto modo de la escuela de Guardiola, aunque con más picante, de transiciones rápidas y con ataque más frontal, más declarado. Barcolá, sustituto de Mbappé, es una bendición, gambetea, desequilibra, hace y sirve goles, posee velocidad y una cierta desfachatez sudamericana. Dembelé se liberó y es una metralla, nunca había alcanzado este nivel. Y ya no es obligatorio darle a nadie los pases, los penales, los tiros libres, la capitanía, las llaves del vestuario. Ahora son once y nadie se siente presionado por tener que pasársela a Mbappé en cada jugada. El corresponsal en París del diario AS, en un primer momento, tituló “Tras Mbappé, un huracán”, hablando de lo que ha mejorado el juego del PSG. Desde luego, le hicieron cambiar el título rápido. Ahora Kiki juega en el Madrid y hay que protegerlo.

En la 2023-2024, con Mbappé en París, Dembelé marcó 6 goles en 42 partidos (0,14 por juego). En esta 2024-2025, sin Kylian, lleva 29 goles en 36 cotejos (0,81). Casi seis veces más. Tanto ha levantado que es serio candidato al Balón de Oro, según los medios europeos. Hasta julio último, esto hubiese sonado a ciencia ficción. Claro, dependerá de cómo le vaya al PSG, que aspira a los tres títulos que disputa. Ya lo había anticipado Luis Enrique: “Sigo pensando que (sin Kylian) somos mejores en ataque y en defensa, Los números están ahí”.

Casi un calco de lo que acontece ahora con Dembelé sucedió en el Real Madrid con Benzema. Llegó al Bernabéu en 2009 al mismo tiempo que Cristiano Ronaldo. En las primeras 9 temporadas juntos, el francés pasó casi inadvertido, jugando de lugarteniente, a servirle pases y goles a CR7. Cuando se fue Cristiano, apareció Karim en toda su dimensión de crack. Dejó de ser el Sancho Panza del otro y se convirtió en un delantero sensacional, en fino conductor del Madrid. Creció extraordinariamente su cuota goleadora, pasando de un promedio de 0,47 a 0,69. Incluso ganó el Balón de Oro. Antes tenía que jugar para el portugués, siendo él técnicamente superior. Pasó de 22, 28, 19, 12 anotaciones por estación a 30, 27, 30, 44, 31. Y hasta aumentando sus asistencias.

El PSG y el Barcelona son los dos equipos que mejor juegan en esta Champions, pueden no llegar a puerto, pero entusiasman a su gente. Y a los neutrales, porque no hay mejor programa que ver jugar bien al fútbol, cualquiera sea el escudo. En el caso del PSG, hasta el Liverpool era sólo un equipo francés, ahora sacó pasaporte europeo. (O)