“¿Están listos para volar?”. La pregunta aparece al principio de Elvis, el último sueño cinematográfico de Baz Luhrmann. Estamos a mediados de la década de 1950 y Tom Parker —coronel sucedáneo, aspirante a director de talentos, casi un psicópata— está sentado junto a un tímido Don Nadie llamado Elvis Presley. Acaban de subir a una rueda de la fortuna en una feria rural de Misisipi, y el voluminoso Parker quiere saber si su colega buscará el estrellato a cualquier precio.