En los Premios Colibrí 2024, presentados por la Academia de Cine y Audiovisual del Ecuador (ACAE) el 11 de noviembre, destacó el nombre de la realizadora quiteña Ana Cristina Barragán, a causa de su largometraje considerado el mejor de ficción del año, La piel pulpo. A ello le acompañó el galardón como mejor directora y el reconocimiento al mejor cortometraje (Ave).

En entrevista con este Diario, Barragán confiesa que celebra trabajando, inmersa en la edición de una nueva película, con horarios intensos. Se trata de Hiedra, el encuentro entre dos extraños que parecen venir de universos muy distintos pero deciden jugar a ser familia, algo que ella quería explorar.

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Les da importancia a los premios a su haber, dice, porque es una manera de visibilizar el trabajo que se hace en Ecuador, de promocionar las películas y unir al gremio. “También siento que uno busca validación afuera constantemente, los premios en Europa y tal, y me parece importante que haya una valoración local del trabajo y de los oficios del cine”.

La unión de los trabajadores de esta área ha permitido logros como el suyo. “Es uno de los gremios de arte más fuertes del país. Hay una ley de cine, hay un instituto de cine. Es un grupo bastante organizado”.

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Varias de las películas de Barragán han estado enfocadas en lo que ocurre durante la preadolescencia y en la adolescencia. Esa es una edad especial para las niñas, observa, porque alrededor de los 11 años su mundo cambia, como ocurre en su primera película (Alba, 2016). “Ver en pantalla lo que estás viviendo, cómo tu cuerpo está cambiando y ciertos episodios que pueden ser similares para ciertos niños”.

Pero eso no hace que el cine de Barragán sea para jóvenes o para mujeres, exclusivamente. “Creo que hay otros públicos que pueden reflexionar sobre emociones que son intrínsecamente humanas. Por ejemplo, con Alba me pasó que uno de los públicos más fuertes fue el de la tercera edad”.

Pero lo que más le interesa a la directora es poner al frente el debate de cómo se representan las figuras femeninas en el cine. “Cómo dar a las niñas hoy la posibilidad de ver películas menos marcadas por una mirada en la que la mujer está al servicio del hombre, y cómo ver mujeres con matices menos estereotipados, más diversidad y la posibilidad de que no solo haya un tipo de cine hegemónico de Hollywood”.

Barragán acaba de dar, en el sexto Festival de Cine Feminista Equis, que concluyó ayer, la charla magistral “Creación de mujeres auténticas en el cine”. “Es un festival al que quiero mucho, y me pareció interesante compartir cuál es el proceso personal que llevo cuando estoy construyendo personajes femeninos en toda su diversidad, en la búsqueda de personajes verdaderos, muy humanos, honestos, con contradicciones”.

Confiesa que invierte mucho tiempo en la construcción de sus guiones. “Esos personajes viven conmigo varios años, y de alguna forma se va mezclando lo autobiográfico con lo que veo, con lo que aprendo del otro, y es bonito compartir todo este proceso de creación”. Los femeninos, sobre todo, están marcados por un momento crucial de crecimiento, sea por edad, por el abandono, por la violencia o por una experiencia cercana a la muerte.

“En mi corto Ave, por ejemplo, exploro el universo de las adolescentes víctimas de trata, que habitan en una casa de acogida, que han sido rescatadas después de vivir las peores violencias, y cómo ellas se relacionan en este lugar; siguen siendo niñas, pero al mismo tiempo tienen que cuidar bebés que han tenido de sus secuestradores…”, relata. Esa complejidad también se aborda en el trabajo con las actrices para lograr que esa hondura pueda transmitirse en imágenes aun sin palabras.

Después de La piel pulpo (2022), que fue el examen de lo fantástico, Barragán quiere volver con Hiedra a centrarse en la emocionalidad de los personajes, que fue el tema de Alba. “Siento que aprendí a arriesgar más en temas de lo formal, del lenguaje y de la virtualidad; después de haber hecho mis dos primeras películas, los primeros pasitos, espero en Hiedra haber logrado como un lenguaje más maduro, poder continuar con esa búsqueda de lo frágil y abordar temas que me importan, el universo de los adolescentes que viven en situación de abandono, que están por dejar el orfanato”.

La cineasta indica que siempre procuró hablar de lo que le era muy cercano y ahora se aproxima a otros universos, pero siempre a través de un profundo respeto por el otro y por su misterio. “Historias que, aunque no las viví, las puedo sentir. Creo que en Hiedra se conjugan estas situaciones”.

La película terminó de rodarse en Ecuador en abril de este año, con la actriz mexicana Simone Bucio y el actor ecuatoriano Francis Llumiquinga Ramos. “Siento que este es el lugar donde nací, en el que vivo, trabajo con la gente que conocí en la universidad, y también, las historias que escribo ocurren en Ecuador; por eso me interesa filmar aquí. Lo duro es el financiamiento, la dificultad de levantar fondos, de tener que hacer muchas coproducciones para poder levantar las películas; en ese sentido, cuesta filmar aquí. Por eso, he pensado en abrir puertas en otros lugares donde haya más recursos”, siempre que sean afines a la realidad de Ecuador. “Pero siempre quiero volver a mi lugar”. (F)