Richard Carapaz pasa a la historia del ciclismo nacional y mundial ratificando un buen momento personal y sus condiciones. Ha venido batallando, buscando este tipo de logros, y lo consigue ahora producto de un ascenso vertiginoso desde su llegada a la élite en 2017. Por sus condiciones se esperaban resultados, pero no tan rápido.
El ciclista carchense ha destacado siempre por su disciplina, su constancia en el trabajo. Siempre muy responsable. En el deporte muchos pueden ser los llamados, pero se quedan los constantes.
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Desde sus inicios advirtieron interés, quería ganar todo; sin conocer de tácticas ya se ubicaba bien en las carreras. Un don innato del ciclista.
Su progreso ha sido firme, con buenos resultados, que al final son los que mandan.
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Despuntó desde el inicio de su carrera. Fue campeón panamericano en 2013, pero todo cambió en 2014 cuando fue atropellado en un entrenamiento. Lo abandonó la dirigencia, pero tuvo la fortaleza física y mental para regresar.
Sin mayor actividad en el país fue a Colombia y en 2016 salta al Lizarte, un equipo amateur español, en el que por sus buenas actuaciones duró apenas un mes, fichado luego por Movistar.
Su progreso ha sido individual, sin apoyo de nadie, por eso su trato con la dirigencia no fue bueno. Siempre dijo lo que siente y eso le ha traído problemas, pero sus actuaciones han servido para tapar bocas; siguiendo una línea, la del riesgo, porque siempre arriesgó, por más que perdía.
Esa ideología lo tiene hoy con triunfos y un nivel arriba. Se ha ganado el reconocimiento a pulso, por méritos. (O)