¿Qué son Washington Muñoz Yance y Barcelona Sporting Club? Lo mismo, exactamente. Pronunciar cualquiera de esos dos nombres –vinculados entre sí por irrompibles lazos afectivos y de grandeza deportiva– causa que inevitablemente al ser mencionados al primero lo asocie con el segundo, y viceversa. Es que son, definitivamente, lo mismo. Muñoz, leyenda eterna, es uno de los máximos y más populares símbolos del barcelonismo de antes, de hoy, de siempre. Washington Muñoz es Barcelona SC.

Pero Muñoz también es esencia pura del Astillero, de barrio porteño que se fue. Es viveza futbolera reflejada en la mirada y sonrisa pícaras que lo delataban como jugador avispado, especial, con alma de calle, tal cual se atestigua en añejas fotos en blanco y negro que hoy se observan con veneración y nostalgia.

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Golazo con chanfle de Washington Muñoz al Benfica de Portugal, en el estadio Modelo en 1967. Foto: Archivo

Cumple 80 años este miércoles 26 de junio el crack que fue bautizado como Chanfle –un apodo puesto con tino porque con apenas siete letras define con simpleza lo que nadie, de forma racional, pudo descifrar durante la brillante carrera del puntero diestro: su disparo endiablado, el tiro magistral que en el aire pulverizó todas las leyes de la física cada vez que lo impactó el mágico botín derecho de Muñoz–.

Y es ídolo. Su nombre está pintado en mayúsculas gigantes en el edificio oriental de suites del estadio Monumental porque fue capaz de la más inclaudicable de las fidelidades: por 16 temporadas seguidas fue torero. En la división mayor no defendió otra casaquilla. Muñoz fue, además, héroe salvador. Sin capa. Vestía un pantaloncillo negro, una sencilla camiseta amarilla sin invasivas marcas publicitarias, con vivos rojos. En 1971 refrendó su certificado de intrepidez como uno de los valientes de la hazaña de La Plata.

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Héroe con superpoderes

Volvió a vestirse de héroe el Chanfle en una helada noche quiteña del 16 de abril de 1975. Tras suspender en esa madrugada los futbolistas de Barcelona SC una prolongada huelga, y sin entrenar, se presentaron en el Olímpico Atahualpa. Los esperaba El Nacional, para destruirlos. Sin embargo, “brilló Muñoz, quien buscó repetidamente la oportunidad de probar su fortísimo disparo y fue el más destacado, pues estuvo en los tres goles: el primero tras un córner, el segundo mediante perfecto tiro libre y, en el definitivo, al cobrar magistralmente un tiro penal”, escribió emocionado Alfredo Rodríguez Coll en EL UNIVERSO. Fue una épica victoria de los visitantes, que con el 3-1 deshicieron el invicto militar.

El Chanfle tenía superpoder futbolero con el que hipnotizaba al balón para que este lo obedeciera. Cuando Muñoz le pegaba al esférico este, repentinamente, a medio camino, torcía su viaje para hacer curvas mortales que dejaban boquiabiertos e inmóviles a porteros nacionales y extranjeros. Era demasiado tarde cuando adivinaban por dónde iba a entrar la pelota en sus arcos. Los goles con chanflazos fueron gritados con locura en los antiguos torneos profesionales de Asoguayas, en el campeonato nacional, en la Copa Libertadores y en memorables amistosos jugados por Barcelona SC contra los mejores clubes del planeta.

Con goles que trazaron combas inverosímiles, Muñoz maltrató a una colección de guardametas que incluye, entre otros, al argentino José Santoro, de Independiente de Avellaneda, en las semifinales de la Libertadores de 1972. Su terrible bombazo con chanfle también lo sufrió el rival de toda la vida el 24 de mayo de 1975 en un Clásico del Astillero ganado 1-0 por Barcelona SC. Ese día dejó atónito a Eduardo Ñato García.

¡Chanflazo salvaje!

Hubo un tanto antológico. Se trata del que Muñoz le marcó a José Henrique, golero del célebre Benfica de Eusebio, el 20 de agosto de 1967, en el Modelo. Aquella obra de arte fue calificada como “conquista sensacional” y “extraordinario remate de chanfle” por este Diario. Ese golazo permanece en el recuerdo gracias a una tradición oral transmitida de una generación a otra. Y así, por los siglos de los siglos.

“Ni yo mismo me imaginaba que podría hacerlo así. En mi celebración de ese gol, Eusebio apareció detrás de mí. El portugués me seguía. Yo no sabía cómo iba a proceder o qué iba a decirme. Me abrazó y me dijo que ni él, pese a haber sido el goleador del Mundial de Inglaterra 1966, había hecho un gol así. Me lo dijo en portugués, pero yo lo entendía pues Gradym (entrenador de Barcelona SC) me enseñó (ese idioma) porque quería que yo fuera al fútbol de Brasil. Anoté un gol maravilloso”, le relató el Chanfle a este Diario en el 2019.

Hasta su último día como futbolista activo, la mirilla telescópica del Chanfle Muñoz estuvo bien calibrada, la potencia de sus zapatazos seguía siendo brutal, y no dejó de dominar la técnica con la que conseguía que la pelota dibujara en el aire la figura que a él se le antojara. Cuando jugó su partido de despedida en el Modelo, el atacante amarillo tenía un año y medio sin pisar las canchas.

Debut, ante Emelec

En su adiós, el 11 de abril de 1979, Muñoz lanzó un misil que fulminó a Jorge Fossati, de Peñarol, su víctima final. “Se va Muñoz, pero sus ejecutorias quedarán para siempre: para unos en las retinas y para otros en las páginas que recordarán sus actuaciones brillantes”, destacó EL UNIVERSO del último acto del barcelonista que con un cañonazo casi desbarata la valla del charrúa.

“Muñoz fue inscrito en Barcelona SC el 10 de abril de 1962 y debutó en un Clásico del Astillero por el torneo de Asoguayas, el 9 de septiembre en el Modelo. La delantera la formaban Agustín Álvarez, Muñoz, el brasileño Iris, Alejo Calderón y Clímaco Cañarte”, recordó el historiador Ricardo Vasconcellos Rosado. La reseña de EL UNIVERSO, aparecida 24 horas después, fue precisa respecto a las condiciones del muchacho de 18 años, y profética acerca del porvenir de Muñoz, quien se estrenó bajo las órdenes de un sabio: Eduardo Tano Spandre.

“En la delantera destacó el juvenil Muñoz, elemento que reclama puesto permanente en la formación titular. Tiene condiciones que lo pueden llevar al estrellato a corto plazo. Dispara con fuerza y es poseedor de un hábil quiebre y buena desmarcación”, se comentó. Barcelona SC venció 3-0.

Washington Muñoz (i), Félix Lasso, el brasileño Helio Cruz, su compatriota Moacir y Clímaco Cañarte, jugadores de Barcelona de 1965.

“Remate raro, con efecto y violencia terrorífica (...), los mejores arqueros de la época cayeron ante el tiro certero y potente que los dejaba plantados”, sentenció el periodista Mauro Velásquez en su obra Historia del Barcelona SC. En su libro El fútbol ecuatoriano y su selección nacional, el mismo autor elogió así al hombre que dio siete vueltas olímpicas y que más goles hizo por los toreros en duelos oficiales (101): “Dueño de una gran habilidad, manejo de pelota y regate fácil. Muñoz es uno de los mejores y más espectaculares jugadores nacionales de todas las épocas”.

Tal es la relevancia de este indiscutible personaje de la cultura popular de Ecuador que es el primero de un grupo de futbolistas de Barcelona SC, de una era formidable e irrepetible, la de 1970 y 1971, en ser citado en la letra de la clásica canción-himno Camisetas amarillas, al sonar de trompetas: “El ataque con Muñoz y Everaldo...”. Cuando colgó los botines no se fue él, se fue el tiempo. Larga vida al Chanfle, la leyenda que camina, en sus primeros 80 años. (D)