Tan difícil como armar un equipo era programar el viaje. Hace 105 años, cuando nació la Copa América, la inexistencia del avión, la precariedad de los caminos y los trenes convertían en una aventura llegar a la sede del torneo. Recién en 1945 aparecieron los vuelos comerciales entre países. El crecimiento del torneo fue un camino arduo, aunque nada más arduo que aquel bautismo de Colombia justamente en Chile 1945. Allí arrancó la saga colombiana en la Copa América, escribiendo uno de los capítulos más románticos y asombrosos de que se tenga noticia en cualquier torneo de fútbol del mundo: el de su viaje, peripécico, iniciado en Barranquilla a fines de 1944 y culminado en Santiago veinticinco días después, el 12 de enero de 1945. Odisea digna de Marco Polo en su trayecto entre Venecia y la China hace siete siglos. Si aquella fue la Ruta de la seda, esta fue la del cuero. ¡Veinticinco días viajando en avión, barco, tren, buses, camiones y hasta de a pie para llegar a jugar un campeonato y plantar la bandera nacional entre los demás pabellones que flameaban desde mucho antes en el proscenio futbolístico…! Que no haya un libro recogiendo los testimonios de aquellos viajeros al Sudamericano es un crimen de lesa literatura, un desamor. Semejante aventura merecía una obra.