Todo comenzó en un ordinario compromiso de liga frente al Groningen de visita. El Ajax ni siquiera peleaba la punta. En realidad, sí tenía algo de especial: su hermano Stanley, que llevaba un tiempo viviendo en Canadá, de pronto se enteró que Marco se había convertido en futbolista profesional. Y que al parecer era bueno. Había vuelto a Holanda para verlo y estaba en la tribuna junto a su padre. Él quería demostrar. “Esos partidos no te los regalan, hay que ganarlos a pulso”, dice Marco. Y sigue: “Perdí una pelota en mediocampo y entonces hice esa entrada en nuestra propia mitad, junto a la línea de banda, contra Edwin Olde Riekerink. Le entré con fuerza. Estaba irritado. Enseguida noté dolor en el tobillo derecho. Normalmente uno piensa ‘uf’ y luego sigue, pero el dolor no se iba. Tuve que abandonar el campo al cabo de media hora. No era algo que me sucediera a menudo, apenas me lesionaba”.