Ha sido una semana muy dolorosa. En el entorno familiar perdimos a una amiga, Carmita Jaramillo de Barrionuevo, a quien nos unían más de 60 años de una hermosa hermandad. Igual con su esposo, mi compañero vicentino Ney Barrionuevo, y sus hijos, hermanos de corazón de mis hijos. Carmita era una entusiasta lectora de esta columna. Me contaba que disfrutaba leyendo el deporte del ayer, pues se había hecho fanática del fútbol desde que vio jugar a su tío Vicente Pereira, alero derecho de Liga Deportiva Universitaria de Guayaquil, en primera división, junto a Carlos Montevideo, Manuel Vargas, Pepe Merino y José Morillo, los que, casualmente, formaban también la delantera del Vicente Rocafuerte en 1950. Extrañaré sus alegres comentarios y las lecciones que nos dio en lo que, esencialmente, fue: madre, amiga y maestra.