Tenían el pelo de alambre, duro como pincho, de esos pelos que cuando caen hacen ruido, la piel cobriza y la sangre quechua. Por sus venas corría la América indígena, originaria. Venían del Norte, de una de las provincias más pobres y expoliadas del país. Compañías inglesas talaron sus inmensos quebrachales y generaron miseria y desertificación. Cuando se fueron sólo quedó el páramo. El hacha se llevó el bosque y los hombres. Fueron devastadas millones de hectáreas de quebracho colorado, la madera más noble y dura de que se tenga conocimiento.