Cuando aún faltaba mucho partido, en el minuto 59, Lionel Scaloni dispuso algo inusual en el fútbol: tres cambios juntos y tempraneros, síntoma claro de que el barco zozobraba. Intentó dar un golpe de timón, pero el iceberg ya estaba encima y el choque fue inevitable, catastrófico. Le hizo un gran agujero en su costado derecho. Por ahí le entraron los dos goles. Argentina, segundo favorito en las apuestas para ganar el Mundial, perdía frente a Arabia Saudita en el debut, ante una multitud de seguidores que, embalados por el invicto de 36 partidos, empeñaron hasta el saco y se vinieron a Qatar. Perdía y perdió. El número 3 del ranking mundial cayó frente al 51. La derrota semeja el hundimiento del Titanic: toda la propaganda previa se fue al fondo del mar.