“Qué pena saber lo que has perdido”... Así empieza un meloso vals peruano que solíamos escuchar en tardes de bohemia en casa de Víctor Quevedo, un gran puntero zurdo de Norteamérica en los años 60, cuyos dirigentes le cortaron la carrera al negarse a venderlo a Emelec. Los eléctricos querían llevarlo junto con su socio, el inteligente armador nortino Manuel Chamo Flores, quien tuvo más suerte y se vistió de azul en época del inolvidable maestro Fernando Paternoster.