Esta inquietud ha sido recurrente por parte de los seguidores de Barcelona en los últimos tiempos, entre ellos mi fraterno vicentino Carlos Rodríguez Mora, dirigente del Ídolo del Astillero desde los tiempos de Galo Roggiero.

Creo que mi deber de periodista es tratar de poner luz en el tema; para ello es menester sacudir el polvo de viejos diarios y revistas, pues esa virtud del equipo porteño pertenece a la noche de los tiempos y es una cualidad extinguida en este fútbol moderno, tan admirado por bisoñas voces que odian la historia.

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Le contesté a Carlos y a varias personas que, a mi juicio, la frase no es original. Me parece que nació a fines de la década de los años 40 y se prolongó hasta hoy, aunque quedó más en la memoria de tiempo pasado que en el presente.

En mi niñez solía leer en la revista argentina El Gráfico los análisis de Ricardo Lorenzo (Borocotó) y a Félix Daniel Frascara, en estupendos artículos emparentados con la literatura, sobre los triunfos obtenidos “a lo Boca”.

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La idolatría se emparentó con la naciente popularidad de nuestro Barcelona desde 1947 y nuestros cronistas no tardaron en señalar que algunas victorias toreras habían sido conseguidas “a lo Barcelona”.

¿Qué significaba aquello de “ganar a lo Boca” en el idioma futbolero argentino? Y aquí empiezan algunas similitudes con el ídolo oro y grana. El Club Atlético Boca Juniors nació el 13 de abril de 1905 en Buenos Aires y fue fundado por jóvenes descendientes de inmigrantes italianos.

Si bien las primeras reuniones se realizaron en algunos domicilios particulares, el acto fundacional se llevó a cabo en la tradicional Plaza Solís, en el barrio de Boca.

Barcelona tampoco se fundó en alguna sede social elegante. Nació el 28 de abril de 1925 en la esquina noroeste de la calle Industria (hoy Eloy Alfaro) y Francisco de Marcos y fueron sus fundadores jóvenes estudiantes, comerciantes y empleados que se reunían en el portal de la Escuela Modelo. El 1 de mayo se cumplió la posesión de la directiva, aprovechando la inauguración de la nueva residencia del comerciante catalán Eutimio Pérez Arumí, cuñado de Carlos García Ríos, primer presidente del club. Ese día se acordó que en el futuro se celebre el aniversario de la institución el primer día de mayo.

Boca Juniors empezó a jugar en la Liga argentina en 1913. Los historiadores boquenses afirman que desde el arranque mostró lo que iba a ser su símbolo futbolístico: la garra, el temperamento luchador y la puja sin claudicaciones.

Algunas versiones sitúan en los años 30 el nacimiento de aquello de “jugar y ganar a lo Boca”, definido comohacerlo ante la adversidad y/o una importante cuota de sufrimiento”. Por ejemplo: árbitro perjudicando a Boca; un rival que juega mejor, que supera en juego o tiene mejor equipo que Boca; jugar de visitante en estadios muy adversos; tener que remontar varios goles de diferencia para dar vuelta un resultado; tener que hacer uno más goles a falta de pocos minutos para la finalización del partido; superar una situación límite, como una definición por penales o un momento particular muy adverso, como por ejemplo el penal que Roma le atajó a Delem sobre la hora en 1962.

Barcelona empezó en primera división en 1926 como un equipo modesto que empezó pronto a mostrar la firmeza de sus hombres. Rigoberto Pan de Dulce Aguirre inauguró aquello del arquero/jugador.

En la cancha del Campo Deportivo Municipal, en Puerto Duarte, salía con el balón hasta media cancha para empujar a sus compañeros, respaldado por un gran zaguero y campeón de boxeo: Carlos Sangster Carvajal (ganó dos títulos en una misma noche) y por el liderazgo en el medio campo de su capitán legendario: Manuel Gallo Ronco Murillo Moya.

En los años 30, sancionado el club por no obedecer una orden federativa, debió jugar en las pedregosas canchas anexas del estadio Guayaquil. Sus integrantes eran jovencitos del Astillero enfrentando a rudos jugadores que los doblaban en edad.

Aguirre seguía en el arco y junto a él los firmes zagueros Julio Martín Jurado, Jorge Granados, y la conducción de Federico Muñoz Medina, mediocentro. Los goles estaban a cargo de Wilfrido Rumbea, Pangora Falquez y Humberto Mocho Brand.

En 1942 regresó a la primera categoría y en 1946 empezó el proceso idolátrico cuando los hermanos Muñoz Medina se llevaron a los cadetes del Panamá y en la siguiente temporada Barcelona apareció con los hermanos Cantos, Galo Solís, Enrique Romo, Guido Andrade, Juan Benítez, José Pelusa Vargas y el gran artífice de la popularidad: Sigifredo Agapito Chuchuca.

La idolatría nació en 1947 cuando Barcelona protagonizó dos partidos espectaculares ante el poderoso Deportivo Cali. En junio de ese año los caleños vencieron 5 a 3 a Norteamérica y 3 a 1 a Emelec.

Solo quedaba Barcelona. El 16 de ese mes Barcelona plantó a Romo, el Pibe Sánchez y Manuel Nivela; Fausto Montalván, Jorge Cantos y Galo Solís; José Jiménez, Pajarito Cantos, Chuchuca, Pelusa Vargas y Guido Andrade. El cuadro criollo en gran partido venció por 4 a 3.

El 30 de junio se jugó la revancha. Chuchuca abrió la pizarra, pero dos goles de Ruiz pusieron a la visita en ventaja. El caleño Montañez y otra vez Ruiz elevaron el marcador a 4 a 1.

Todo parecía definido, pero surgió entonces aquello que hoy se ha perdido: luchar hasta el final; con sufrimiento, pero sin bajar los brazos jamás; no darse por vencidos ni aun vencidos. Parece una frase hecha, pero eso fue por más de medio siglo el símbolo del carácter de Barcelona.

Enrique Cantos puso el 4 a 2 y así se fueron al descanso. A los 48 minutos el milagreño Guido Andrade descontó y a los 51 Chuchuca hizo otro golazo para empatar. En las graderías del viejo Capwell todo era una fiesta. A los 64 minutos, ese gran jugador que fue José Jiménez puso el gol de la victoria.

En octubre de 1948 llegó el Boca Juniors de Cali, que venció al Panamá y al 9 de Octubre. Otra vez solo quedaba Barcelona para reivindicar al balompié guayaquileño.

Los del Astillero ganaron 2 a 0 el 13 de octubre en gran exhibición. Esa fue la partida de nacimiento de la idolatría. Al día siguiente, diario El Telégrafo comentó: “12.000 espectadores llegaron hasta las graderías del Capwell para constatar dos cosas, la capacidad real del Boca Juniors de Cali y saborear un triunfo más del equipo ídolo de la ciudad: el Barcelona”.

Había nacido la mística ya perdida de “ganar a lo Barcelona”, los clásicos del Astillero, las dos victorias ante Millonarios, las grandes victorias ante connotados equipos extranjeros, los títulos nacionales, la Hazaña de La Plata como la llamaron los diarios y revistas argentinos, las dos finales de la Copa Libertadores y tantos otros grandes momentos conquistados con garra, corazón, espíritu de lucha, pujanza, combatividad, fervor indomable.

¿Volverán algún día esos tiempos? Difícil, eran otros hombres más hombres los nuestros, como dice el tango. (O)