A sus 34 años, Pelé firmó por el Cosmos, buscando un supercontrato en una liga de mínima exigencia. Ya había dicho adiós en el Santos, volvió al ruedo porque ciertas malas inversiones lo impulsaron a aceptar esa propuesta norteamericana llena de millones. No era la Major League de ahora, sino algo parecido a un torneo sénior, de veteranos ilustres, con Beckenbauer, Eusebio, Chinaglia, George Best… Una jubilación de privilegio. A la misma edad, Johan Cruyff jugaba en Segunda con el Levante de España. También con 34, Zinedine Zidane colgó botines y medallas. Y todo aquel astro en esa franja etaria que siguió jugando ya estaba de vuelta, dando las hurras. En cambio, a 93 días de cumplir 37 años, Cristiano Ronaldo sigue marcando goles a montones. Define o empata partidos cuando el reloj ya está con la lengua afuera. Y cuidado: no en ligas menores, los hace en Inglaterra y en la Liga de Campeones de Europa. O en la Eurocopa. Todo al máximo nivel. No hay nada más arriba que eso. Y luce impecable físicamente. Está desafiando al almanaque, a la lógica humana del deporte.