“Hijos de puta… Hijos de puta…”, bramaba Maradona con un banderín de la AFA en la mano, para intercambiar con Lothar Matthäus en el centro del campo. Estaba sonando el himno argentino en el estadio Olímpico de Roma y una gruesa porción de los 73.603 espectadores, la parte italiana especialmente, silbaba las estrofas de la música nacional argentina. Maradona estaba entonándolo, pero al escuchar los pitidos y abucheos paró y empezó a insultar a esos aficionados. Argentina venía de eliminar a Italia en la semifinal y el público local se volcó en favor de Alemania. Lo vieron unos dos mil millones por televisión. No era el mejor comienzo para una final mundialista. Fue el prefacio de una final polémica.