Es una relación conveniente pero viscosa, a veces áspera, con reproches, que en ocasiones los sudamericanos no alcanzamos a entender. Hablamos de la integración del fútbol mexicano a los torneos de Conmebol. Unión que comenzó en la Copa América Ecuador ’93 y luego se fue extendiendo a los torneos de clubes. Parecía ser beneficiosa para ambos: los futbolistas mexicanos crecían deportivamente en su cruce con los nuestros y Sudamérica se favorecía con el ingreso de un mercado potente, inmenso, de 130 millones de personas, más otros 40 que residen en Estados Unidos, todos muy futboleros. Esto robustecía el valor de los derechos de televisión de la Libertadores y arrimaba patrocinios, incluso las taquillas mejoraban, pues México tiene una docena de clubes de renombre como América, Chivas, Cruz Azul, Tigres, Monterrey, Pumas, Toluca, Pachuca, Necaxa, León... Duró 24 años. Finalizada la Libertadores 2016 anunciaron que no seguirían jugando las copas de América del Sur porque, entre otras cosas, no podían compatibilizarlas con el calendario de su liga local.