Shaquille O'Neal nunca ha sido un hombre parco en palabras. Acostumbrado a aplastar a sus rivales en pista, el pívot no era amigo de los grandes y emotivos discursos, una tradición rota en la muerte de Kobe Bryant y en alguna que otra ocasión especial; pero sí de la fina ironía, el sarcasmo, y un humor muy puntiagudo que sacaba muchas veces de quicio a sus adversarios, que además de tener que sufrir su extraordinario dominio en el poste, debían soportar también algunas de las declaraciones más atrevidas de una de las personalidades más importantes de la historia reciente de la mejor Liga del mundo.