El rey Felipe VI se dio un gusto de sábado de soltero: dejó las rencillas domésticas de palacio (que sigan ellas…) y se fue al estadio, al del club del que es hincha, el Atlético de Madrid, a entregar su copa, la del Rey. Y le salió redondo, pues además de ver un partidazo, tuvo que ponerla en manos de Iniesta, un ídolo colosal del pueblo español, que además no es catalán.