No tengo ninguna gana de hablar de temas vergonzosos como el ingreso de Paco Casal a nuestro balompié, que lo convertirá –como en Uruguay– en dueño de jugadores, técnicos y selecciones. En su país se apoderó –gracias a influencias y dinero– de los derechos federativos de cientos de futbolistas a los que sometió a su voluntad. Si querían tener la posibilidad de ingresar a un club grande, o emigrar a Europa, tenían que firmar con Casal. Los clubes debían pisar despacito, con cuidado de no enojar al zar del fútbol, y la Asociación Uruguaya se vio obligada a vender los derechos de televisión del campeonato a Casal, desechando una oferta de una empresa argentina que valía el doble de la propuesta del todopoderoso empresario.