La dolorosa noticia del deceso de Galo Roggiero Rolando me llegó instantánea y puntual, con la velocidad de las comunicaciones modernas, pese a la distancia. Igual se agitaron los recuerdos de los lejanos años que compartimos en nuestro viejo barrio cuando yo era un escolar y Galo el estudiante del Aguirre Abad que soñaba en convertirse en economista. Me parece verlo y escucharlo en aquellos años, de pie en el portal de su casa, frente a la mía.