Era un cerro: con su vegetación, las irregularidades en la forma de las lomas y la sombra protectora que otorgan los árboles. Al caminar sobre el piso de tierra crujían las hojas secas. El reloj marcaba las 14:00 y la luz del sol penetraba en cada uno de los troncos. Le daba al escenario un tono café claro, cual otoño.
De repente, el sonido de un bongó interrumpió el silencio silvestre, después el de una flauta, luego el de algunos cascabeles. La orquesta daba la bienvenida a una decena de bailarinas que empezaron a danzar en círculo, con la mirada al cielo, como rindiendo tributo a la naturaleza.
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El pasado domingo fue atípico en el cerro San Eduardo; en una parte plana, un grupo de ecologistas llevó a cabo la actividad cultural Cerros Vivos, una iniciativa que nació en el 2010, explicó Mariuxi Ávila, su mentalizadora.
Ese año, el grupo cultural La Quijada Manabita llegó hasta el cerro San Eduardo a darle un poco de color con presentaciones artísticas y un mensaje ecologista que exhortaba a limpiar el área y cuidar la naturaleza.
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Ávila, que vio el acto, tomó como inspiración esa actividad y creó Cerros Vivos. Unió al proyecto a Thamé, Teatro de Artesanos, grupo al que pertenece, y a varias personas preocupadas por la naturaleza y apegadas a las artes para encender la diversión en esa área de Guayaquil, que, dijo, está abandonada por los ciudadanos.
La idea es que la gente se dé cuenta de que el cerro existe y realzar su belleza con actividades artísticas para que sea visto como una opción de entretenimiento familiar. “El año pasado hicimos un baño seco para que la gente tenga cómo cumplir sus necesidades biológicas sin tener que bajar durante el festival”, señaló.
El esfuerzo va más allá, el grupo debió subir instrumentos y amplificaciones hasta el cerro, y Xavier Blum, otro de los activistas y quien es artista visual, organizó a niños de dos escuelas de la zona para pintar un mural a la entrada del cerro antes de que se lleve a cabo el espectáculo.
El cantante guayaquileño Kristian Fabre también participó en la cita, en la que hubo, además, poesía y algunos stands que ofrecieron comida orgánica y artesanías.
Sentada en uno de los descansos del cerro estuvo Victoria Torres, con las piernas extendidas y descalza. Puso los zapatos en el lado derecho para sentirse más cómoda. Ella, de 67 años, llegó desde la ciudadela Guangala y lucía emocionada viendo el espectáculo. “Es bueno que los jóvenes tengan estas iniciativas, que se están perdiendo”, indicó.
Antes de subir al festival, y a manera de bienvenida, Rafael del Río exhibía algunas patinetas elaboradas por él de forma artesanal. Él, que también es parte de Cerros Vivos, manifestó que hay muchos artistas interesados en la iniciativa, que cuenta con una página de Facebook. Ávila, por su parte, invitó al público a unirse al grupo para que estén al tanto de las actividades que efectúan los miembros.
Importante
La activista Mariuxi Ávila explica que no es fácil ser constante en la cita cultural Cerros Vivos, porque es un trabajo que requiere de esfuerzo y no hay ninguna entidad que respalde la iniciativa.
En Facebook, la dirección del grupo es http://www.facebook.com/groups/cerrosvivos. También tienen la página de internet: cerrosvivos.blogspot.com.