Xavier Oquendo está fascinado con la soledad de la era actual. Esa soledad, entendida como el encierro de los seres humanos de todas las edades, en su propio mundo. Y con base a esa soledad lanzó su último libro Solos, un texto de 140 páginas que contiene poemas escritos desde el 2008. Su obra es una reflexión a la “soledad contemporánea”, que no es quedarse sin familiares ni amigos. Es la soledad que sienten las personas en medio de la multitud y que para calmar su necesidad de compañía acuden a la tecnología para encontrar al “otro solo”.
“El solo está libre de impuestos/ no paga el IVA de la ausencia/ No debe registrarse en las aduanas/. El solo está exonerado de los otros/. Tiene un banco donde no hay más plazo fijo que la muerte....”. Es una parte de uno de sus poemas que mientras se lee tiene la magia de atraparlo.
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¿Cómo se denomina esta soledad?
La llamo la soledad del posmodernismo que tiene que ver con la tecnología, con el lenguaje. Necesitamos estar solos, pero a través de la máquina tratamos de buscarnos; la computadora nos ayuda a buscar al otro solo. Es una especie de abismo.
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¿Cómo se construye ese abismo?
Uno de los mecanismos son los correos electrónicos. Todos te ponen al final de su escrito: un abrazo, besos, te amo, etc. pero el momento en que le tienen frente a frente a esa persona no hay nada de eso. Y ni siquiera lo decimos verbalmente, peor dar abrazos o repartir besos. Cuando lo recibes o te despides de alguien no haces nada de lo que pones en los correos electrónicos. Y más bien uno se muestra con miedo ante los demás.
¿Pero para eso, para perder miedo ante los demás, vino la comunicación electrónica?
Sí, pero desde que vino la tecnología, la máquina (computador), los teléfonos celulares, la gente ya no se habla personalmente, ya no se toca. Esta es la soledad nueva.
Pero, bueno, al comunicarnos tecnológicamente hacemos una soledad llevadera...
Tiene sus atractivos esta soledad, sin duda. Por ejemplo, la convivencia con el lenguaje. La palabra ha vuelto a fortalecerse y de manera escrita. La gente se queja de que los chicos escriben mal en las redes sociales, pero escriben, pues. Esto quiere decir la reivindicación de la palabra escrita.
¿Será porque se escribe en clave?
Puede ser, pero nos expresamos con la palabra escrita, aunque esto muestra la crisis de la oralidad frente a la revitalización de la palabra escrita.
¿Y cómo surgió la idea de hacer poesía teniendo como marco la soledad en un mundo bullicioso y lleno de gente?
Muchas veces los temas surgen de pronto. Uno está tranquilo caminando y se le presentan las cosas. Para este libro de poesía hubo una experiencia personal. Fui a un encuentro de escritores en Salamanca (España). Un amigo que vive en Berlín (Alemania) me invitó a conocer esa ciudad, que es realmente bella. Luego de una semana, cuando regresaba a España, él me dijo: una vez que entres al aeropuerto vas a estar solo. Y mientras caminaba por el aeropuerto, en medio de tanta gente, en verdad, me sentía solo. Yo me decía: si me quedo aquí sentado, o si me muero aquí... nadie me va a decir nada porque cada una de estas personas está preocupada de sí misma. Y me dije: claro, esta es la soledad de la posmodernidad.
¿Solo, en medio de tanta gente, un buen tema para la poesía?
Claro. Es un buen tema, aunque esa soledad es extraña. Antes los seres humanos caminábamos de forma paralela, conversando, ahora caminamos en fila, uno detrás de otro. Esta última forma es una manera de soledad. Nadie te habla y todos tienen el objetivo de llegar a su destino. Alguien me dijo que lo mismo pasa en los centros comerciales. Yo respondí que no, que en esos centros, hay algo que une a la gente: sentarse a comer juntos. Por ello, comparto el hecho de que el aeropuerto es un ícono de la nueva soledad.
¿Y a usted le agrada la soledad para haberla llevado a la poesía?
A mí me gusta la gente, los amigos. En esta época en la que la gente dice no hay cómo reunirse porque no hay tiempo, porque no se asoman, etc. yo hago de intermediario para reunir a los amigos. Claro que me aterra la soledad. Por eso el título del libro, Solos, se puede leer lo mismo de izquierda a derecha o al revés. Es como un camino sin salida: esa es la soledad.
¿Y quizás por ser un tema novedoso el libro ha sido bien recibido?
Sí. El libro fue presentado primero en México. Y me quedé sorprendido por la acogida. Bueno también debo decir que es bonito leer tu poesía afuera (del país), donde nadie te conoce, donde tú no haz hecho nada a nadie y donde nadie te ha hecho nada a ti. Entonces es una relación pura: el poeta y los lectores.
¿Y cómo estuvo la acogida en el Ecuador?
El lanzamiento fue en el teatro Prometeo. Fue un acto hermoso, donde hubo convivencia de la gente con la poesía. Y esto último se está transformando en algo muy interesante. Por ejemplo, los festivales de poesía de Nicaragua, en España, en Colombia son eventos a donde van diez mil personas a las plazas.
Este trabajo le ha llevado mucho tiempo en prepararlo, ¿por qué?
Comencé a escribirlo a finales del 2008. Luego empecé a seleccionar los poemas, a corregirlo y a darle forma al libro. Y esto coincidió con una llamada desde la editorial que trabaja la Colección Almuerzo Desnudo, en Manabí. Me dicen que arme una antología de mi obra. Respondí si era mejor presentar algo nuevo. Claro, me dijeron. El borrador hice leer a algunos escritores y fue cuando tomó forma el libro.
¿Y sus colegas dieron el visto bueno para su libro así tan rápido?
Sí. Y esa es la forma de saber cuándo un libro está listo. En realidad, si yo lo sigo leyendo, leyendo, el libro nunca está listo. Es lo que yo llamo el síndrome del libro fantasma, que es un libro sin publicar. Es que ese libro fantasma no deja publicar otro, porque estás ahí y ahí y nunca terminas de aprobarlo.
El autor
Xavier Oquendo nació en Ambato en 1972
Ha publicado Guionizando poematográficamente (1993); El (An) verso de las esquinas (1996); Después de la caza (1998); Desterrado de la palabra (Cuentos, 2000); La Conquista del Agua (2001); El mar de llama Julia (2002); Salvados del naufragio (2005); Esto fuimos en la felicidad (mención de honor, premio Jorge Carrera Andrade, Municipio de Quito, 2009); Antología de la poesía ecuatoriana contemporánea -De César Dávila Andrade a nuestros días- (2011).
En 1999, el Municipio de Ambato le concedió la condecoración Juan León Mera por toda su obra literaria y de difusión. Parte de su poesía ha sido traducida al italiano, inglés y portugués.