Dante Alighieri es uno de los pilares de la literatura medieval. Además de poeta fue un hombre atento a los problemas sociales de la época y participó activamente en la vida política, lo que lo llevó al destierro.
La Divina Comedia, su obra cumbre, a la que él solo llamó comedia y más adelante se le agregó “divina”, es un poema épico que ha traspasado los siglos.
En ella, el autor acompañado del poeta Virgilio, a quien llama su maestro, emprende un viaje por el mundo de los muertos, al cual concibe de acuerdo a la tradición católica como un lugar en el cual hay tres destinos claramente diferenciados: el infierno, el purgatorio y el paraíso.
Dante establece claramente una topografía del lugar y como conocedor de su época y de su sociedad va ubicando en cada sitio personajes que por sus virtudes o por sus vicios, considera que deben estar allí, convirtiéndolos en símbolos universales de tal manera, que siglos después no recordamos exactamente sus nombres, pero sí la razón por la cual fueron ubicados en uno u otro lugar.
Primero visitan el infierno que tiene forma de cono invertido y que está dividido en nueve círculos decrecientes, de atroz topografía. Los cinco primeros forman el alto infierno y los cuatro restantes el infierno inferior, en el ápice del cono está Lucifer.
El octavo círculo está dividido en fosas, en la quinta fosa, en un lago de brea hirviente yacen para la eternidad los que aprovecharon de manera ilícita sus cargos públicos, los barateros que “hasta el no truecan en sí”. Alrededor del foso hay demonios armados de arpones en los que ensartan a los que se atreven a intentar una salida.
También están allí los que en la corte de los príncipes han traficado con su favor y con la justicia, representados por Ciampolo de Novara.
Dante recogió, sin duda, la realidad de su época; en esta, quizás serían muchos los que tendrían que pasar en la brea hirviente y sentir los arponazos de los demonios en su cuerpo, toda la eternidad.
Dante percibía la importancia de la pulcritud en el manejo del dinero público y el perjuicio social que causaba su uso indebido.
Tenía claro que cuando se tambalea la administración de la justicia son los pilares del edificio social los que se resquebrajan y al perderse la confianza en los referentes comunes y en la aplicación de la ley, se abre la puerta a todas las arbitrariedades.
Quizás es necesario trabajar mucho en la formación de la conciencia ética de los ciudadanos porque algunos pueden llegar a ser funcionarios públicos o administradores de justicia y otros sufrir las consecuencias de la manera en que usen su oportunidad de servir. Así evitaríamos alimentar la quinta fosa del octavo círculo del infierno de Dante.