La literatura de Juan Carlos Cucalón es eróticamente sugerente y mucho más que eso. Una excelente narrativa. Fue con su libro Surcos obtusos que hace dos años ganó el XI Concurso Nacional de Literatura, género cuento, convocado por la Casa de la Cultura, Núcleo del Guayas. “Los relatos evidencian una voluntad de crear cuentos, una agilidad anecdótica y cierta originalidad en cuanto a la conformación de los personajes y a la temática”, redactaron en el veredicto los miembros del jurado.

Hace pocos meses, ese libro conformado por 27 relatos fue presentado en Guayaquil y Quito con divertidas performance y se vendió como pan caliente. En la contraportada, Fernando Escobar Páez expresa: “Surcos Obtusos aborda el homerotismo desde una perspectiva refrescante, lejos de todos los clichés del género”.

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Juan Carlos Cucalón del Campo nació en 1963 en Guayaquil. Una ciudad agresiva donde siempre le costó vivir. Aunque como una ola retorna a ella. Ahora reside en Quito donde dirige talleres literarios y escribe periodismo bajo bandera de free-lance. Ha vivido, estudiado y trabajado en Estados Unidos, Tokio y Guatemala. Pero aspira a vivir en una playa ecuatoriana. Ya años atrás estuvo varado en Ballenita. Días atrás, conversé con Cucalón sobre literatura, Surcos Obtusos, su primer libro y otros que mantiene inédito o escribe actualmente. Es un tipo que va de frente, sin dobleces.

Asimismo, le expresé mi admiración por su narrativa, especialmente por el cuento La Niña Tulita. La historia de Javier que todo maquillado y enfundado en el traje de novia de su hermana muere de un infarto y después de ciertos milagros en su pueblo de la Península lo empiezan a venerar como a una santa: la Niña Tulita Virgen.

¿Desde cuándo escribe con más severidad?

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Estudié Arquitectura y luego Diseño. La literatura y la lectura siempre fue un complemento que cada vez se volvió más necesario hasta que un día me dije: a la mierda los pastores, mi Navidad va con la literatura o no va. Dejé mi trabajo con ongs y me dediqué a escribir, a seguir el camino de mis maestros: Huilo Ruales, Fernando Itúrburu y Miguel Donoso en el Ecuador y de Hisako Nakamura en Tokio, el Bolo Rodríguez y Tito Monterroso en Guatemala. Desde entonces asumí con seriedad la escritura y como había que comer de algo me dediqué a dirigir talleres de lectura y de creación literaria.

¿Importa la opción sexual en la literatura, lo suyo es literatura gay o cuentos escritos por un homosexual?

No creo que la opción sexual importe para nada en la literatura. Si Fernando Escobar encuentra en mis cuentos homoerotismo es porque yo soy un homoerótico sin miedo en mi vida diaria. Hoy los enclosetados usan esa bandera y la de la metrosexualidad. No tengo nada en contra del disimulo, cada quien sabrá cómo bate su chocolate. Yo no le temo a mi opción, pero soy muy respetuoso con la de los demás. Creo que Surcos Obtusos es un libro que me dio la oportunidad de divertirme muchísimo armándolo, retocándolo y corrigiéndolo. Si recorremos sus cuentos, la sexualidad explícita es muy poca, la sugerencia es mucho más amplia. Así que si me pide que yo lo califique literariamente, diría que es sugerentemente divertido.

En una entrevista leí que se consideraba un marginal, ¿por qué?

Eso de marginal es una etiqueta que se la inventó un entrevistador. Yo escribo desde una perspectiva que me permite estar como subido en una cerca abarcando ambos lados, como caminando por el margen.

¿Supongo que tiene libros inéditos?

Dos libros más de cuentos y novelas que son todavía un proyecto, una trampa laboriosa que me he impuesto para dejar de escribir cuentos, pues entre publicados e inéditos son más de cien. Pero no creo en eso de tener que sacar plata de mi chanchito para imprimir un texto mío. Esperaré nomás otro premio.