Un hospital fluvial estadounidense presta servicios médicos desde ayer en el país. Se trata del USNS Comfort, un buque petrolero convertido ahora en una unidad móvil de ayuda humanitaria, que pertenece a las Fuerzas Armadas norteamericanas, cuya dimensión sorprende a quienes caminan por este puerto, donde está anclado desde el pasado sábado.

Su longitud abarca cuatro canchas de fútbol colocadas una al lado de otra. Posee siete pisos y puede albergar a mil pacientes, más que el hospital Luis Vernaza de Guayaquil, uno de los más grandes del país, que dispone de 886 camas.

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El barco-hospital realizó ayer sus primeras ocho operaciones y prevé ejecutar 120 durante su estadía, según Kathy Becker, jefa del Cuerpo de Enfermeras.

La nave cuenta con 12 salas de cirugía, 570 camas de cuidados moderados, 80 camas de cuidados intensivos, 50 camas para emergencia, entre otras.

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Además posee un cuarto de radiología, su propio banco de sangre y área para diálisis.

Becker explicó que los pacientes que recibirán atención médica fueron preseleccionados por el Ministerio de Salud, pero que luego el personal del USNS Comfort define si son aptos para una cirugía ya que solo se admiten los casos de recuperación ambulatoria o de hasta tres días. Se programarán intervenciones dentales, oculares (operaciones de cataratas u otros), cirugías reconstructivas (de labio leporino o correcciones ortopédicas), entre otras.

La atención quirúrgica solo se brindará dentro de la nave, aunque la misión voluntaria trasladó brigadas médicas a los cantones Montecristi, Rocafuerte y Jaramijó, donde ofrece asistencia y regala medicinas.

La Escuela Eloy Alfaro de Montecristi se convirtió en un centro médico. Sus aulas son consultorios y laboratorios. Algunos pacientes no solo acuden por la cura de su enfermedad, sino en busca de un pase para conocer el hospital flotante.

Maribel Carrillo, de 34 años, acudió a una revisión por una miopía y le regalaron un par de lentes. Ella confesó que le emocionaba la idea de subir a una embarcación de esa magnitud, así como María Carrasco, que también presentaba un problema ocular, pero tampoco requería de una cirugía.

Una de las enfermeras es la ecuatoriana Paola Foxhoven, quien expresó su alegría por estar de vuelta en su país. Relató que aunque vive en Estados Unidos hace catorce años, siempre ha querido ofrecer ayuda humanitaria en Ecuador y que gracias a la Fuerza Naval norteamericana pudo hacerlo.

“Me siento muy halagada de estar aquí y poder ayudar a este y otros países de América Latina. Cuando me apunté, no sabía que el recorrido del Comfort incluía Ecuador”, dijo Foxhoven, oriunda de Guayaquil.