Lost. el epílogo

Cuando estoy sobrevolando alguna ciudad u océano decadente, y siento que la latita de sardinas voladora cae en picada, no siento temor. Cuando la turbulencia pone a bailar al fuselaje, y el sol azota la cabina de tal manera, que las ráfagas de luz aparecen intermitentes sobre mi rostro, no tengo miedo.Yo ya hice un pacto con el de arriba, y le pedí que si me toca vivir una devastadora experiencia aérea, no tome mi vida, sino que me estrelle en la isla de Lost y me permita vivir lo suficiente para descifrar sus misterios.Y es que a lo largo de seis temporadas, los televidentes solo pudimos raspar la superficie de todas las maravillas entregadas por una serie que marcó un hito en la ciencia ficción en televisión.Pero quizá es ahí donde comienza la equivocación; Lost contenía elementos de este género, y fue endulzado con toques de misterio, suspenso, mitología y religión, pero el programa creado por J.J. Abrams, fue más que nada un drama humano, situado en una isla que contenía todos estos elementos.El próximo 23 de mayo se cumple un año desde la transmisión de su último capítulo, el cual generó una serie de visiones conflictivas por parte de sus seguidores y crítica especializada. Las opiniones vertidas sobre su final encapsulan erróneamente al resto de sus temporadas. Pero el mérito de Lost radica en la travesía y no en su desenlace. Esto se puede aplicar perfectamente a la aventura vivida por cada uno de sus peones, alfiles, reyes y reinas. Lost siempre fue sobre sus personajes, y su largo camino hacia la redención.Cada uno de los hombres y mujeres que sobrevivieron al accidente de la aerolínea Oceanic 815, lo hicieron por una razón específica. Estos afortunados ocupantes venían de una realidad oscura e irreparable; la isla les ofreció una razón para vivir, un propósito.Los villanos se convertían en héroes, los asesinos en salvadores, y los humildes miedosos en aguerridos guerreros. La isla tuvo el poder de cambiar a sus nuevos habitantes, de adentro hacia fuera. Pero fueron esas mismas cualidades mágicas e inexplicables de la misma masa de tierra flotante, las que confundieron al público.Cada temporada de Lost era diferente, pero todas conectadas al más mínimo detalle. La primera sigue ocupando un lugar privilegiado debido a que fue la que logró asentar la historia de cada uno de sus personajes y lo que ayudó a que el público se identifique son sus realidades.Y al final, eso es lo que tenemos que valorar, el desenlace de aquellos personajes que alentamos durante seis temporadas. Sus propios finales, valen más que el sinnúmero de cabos sueltos y misterios otorgados por la isla, sus deidades y fantasmas.Las historias y tramas presentadas por la serie hacían doler la cabeza de una buena manera, lograba desvelarnos, y maldecir hacia el cielo por la falta de respuestas. Lost jugó con nuestra paciencia, y perdía y ganaba seguidores a diario; pero fue la simple curiosidad del espectador, la que permitió que muchos siguieran hasta el final.La complicada y zigzagueante narrativa de Lost convirtió a esta serie en una cita televisiva difícil, que nos llevó a aprender y discutir por horas, a leer uno que otro libro y buscar significados en jeroglíficos gracias a su mitología.Centenares de teorías lanzadas al aire y finalmente desechadas a la basura. Los escritores de la serie cumplieron, al entregarnos un mundo inigualable que nos ayudó a crecer como televidentes, y a ver nuevamente la televisión, como una experiencia.Al año de su final... no me importaría perderme de nuevo.

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