AFP
LA HABANA.- Cuando el casino y club nocturno Tropicana se inauguró en un jardín de La Habana el 30 de diciembre de 1939, la Segunda Guerra Mundial arrasaba Europa, el filme Lo que el viento se llevó se acababa de estrenar en Estados Unidos y un joven rebelde llamado Fidel Castro cumplía 13 años.

Mucho ha cambiado en estos 70 años, pero no el espectáculo del Tropicana, que ofrece a quienes están dispuestos a pagar un viaje embriagador a la Cuba prerrevolucionaria, aquel patio de travesuras de los estadounidenses donde casi todo era posible y legal.

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El club conmemoró su aniversario esta semana con una mezcla de encanto y kitsch, pecado y sensualidad, lentejuelas, plumas, bailarinas y ritmos tropicales: los ingredientes que lo han vuelto uno de los escenarios más famosos del mundo.

Unos 850 invitados, entre turistas, funcionarios del gobierno e invitados especiales, disfrutaron de tributos a leyendas como Nat King Cole y Rita Montaner durante una noche de gala que terminó en la madrugada del martes, al ritmo de salsa, son y samba.

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Hubo una gran orquesta, un contorsionista, acróbatas y una versión a capella del calipso The Banana Boat Song. Luego llegaron las bailarinas, en  trajes multicolores, con arañas de luces encendidas en la cabeza y con bikinis de lentejuelas doradas y plateadas.

"El Tropicana sigue siendo un local icónico conocido en todo el mundo", dijo María Elena López, viceministra de Turismo de Cuba, quien acudió al espectáculo. "Es uno de los destinos turísticos más importantes de Cuba y no tiene igual", agregó.

El club atrajo a 200.000 visitantes en el 2008, el mejor año de su historia, según David Varela, su director. Este año, la crisis mundial y la gripe porcina conspiraron para desinflar ese número hasta unas 150.000 personas. Aunque su capacidad normal es de unos 850 asistentes, pueden entrar hasta 1.500 personas, que pagan $ 80 por un show que es, por lejos, la salida nocturna más cara de la ciudad.

El productor Víctor de Correa fundó el Tropicana, pero este se volvió famoso cuando se hicieron cargo los mafiosos Santo Trafficante Jr. y Meyer Lansky, que contrataron grandes artistas y bailarinas de cabaret llamadas las Diosas de la carne. Así, llegaron al escenario Celia Cruz, Liberace, Carmen Miranda, Yma Sumac, Paul Robeson y Orfelia Fox.

En muchas de las noches los asistentes eran igualmente famosos, como el actor Marlon Brando, Sammy Davis hijo, Greta Garbo y otros astros de Hollywood.

El Tropicana fue el lugar ideal para ver y ser visto. Hasta había un avión que, con música en vivo y bar, llevaba a clientes desde Miami  cada noche para el espectáculo y los regresaba a la mañana siguiente.

Tras la revolución de 1959, al igual que otros casinos y hoteles, el club fue nacionalizado, mientras muchos salones de apuestas, burdeles y locales de striptís fueron cerrados.

El Tropicana, sin embargo, sobrevivió, ya sin las apuestas pero con los trajes brillantes, mujeres voluptuosas y precios exorbitantes de siempre.

Los clientes solían ser extranjeros adinerados, y algunos cubanos lograban ingresar con un subsidio del gobierno como premio por destacarse en el trabajo, pero en el 2008, el presidente Raúl Castro suspendió esta práctica por falta de presupuesto del Estado.