Con 50 años de arquitectura profesional podemos felicitar a la Universidad de Guayaquil porque es fácil evaluar las transformaciones urbanas de calidad que se deben a la facultad Arq. Guillermo Cubillo Renella.
Iniciado el año jubilar con la solemnidad histórica que incorporó arquitectos y tecnólogos, sorprende la juventud de vanguardia que forman sus múltiples talleres para perfeccionar a los profesionales con avances de la evolución arquitectónica.
El urbanismo debe ser intensamente humano. Porque la sociedad actual atemorizada y nerviosa quiere integrarse, urgente, a la armonía que proteja la naturaleza, a la dimensión estética que a través de la mirada lleve paz y deleite espiritual al cerebro.
Los arquitectos revolucionarios que sirven de guía para las facultades como la nuestra, proclamaron las nuevas verdades del edificio y del paseo estimulante para el rescate del equilibrio interior. Acordémonos de Gaudí.
Las bibliotecas especializadas, tal como sucede entre nosotros, en la riqueza de temas para consultas así como entusiasman la vocación de quienes se empapan del pasado arquitectónico, también tienen como en la Cubillo Renella el incitante de las recientes publicaciones.
Entre las proyecciones que conviene recomendar a la comunidad universitaria está la de salir a entidades mundiales de competencia, asesoría y coordinación como sucede con la Unión Internacional de Arquitectura. En esta relación también está factible la presencia orientadora de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). Los logros alcanzados en esas reuniones internacionales dan para los arquitectos de Guayaquil motivos que fomentan el afán innovador en esos campos que los numerosos talleres de especialidad mantienen evolutivos en nuestra Universidad de Guayaquil.
En una revista que consideramos reemplazo de El Correo, de la Unesco, afirmaba un arquitecto premio máximo de la academia polaca que la restitución del espíritu universitario en cada facultad está en acentuar el sentido social de las disciplinas humanísticas aunque parezca que primen la endurecida técnica y la avasalladora mentalidad monetaria.
Si este pensamiento lo aplicamos al arte y a la técnica de la arquitectura derivará en una enriquecida salud mental. El ser humano tiene que sentir y vibrar ante la modernidad arquitectónica por ser un elemento urbano de máxima dimensión social. Y desde sus iniciales impresiones hogareñas debe recibir el mensaje estético de un barrio, de una urbe o de un país en los que directamente tengan que ver los más altos principios arquitectónicos.
La facultad Cubillo Renella ha adelantado por un camino que implica colaboración directa con gobiernos municipales y entidades rurales. Su fin es integrar en las obras públicas los valores que derivarán para el pueblo mejor provecho de recursos para gente más saludable, consciente de responsabilidades que sus mandantes deben cumplir por un robusto bien social.
Tomemos en cuenta lo dicho al observar cómo, en 50 años de trayectoria, la arquitectura y el urbanismo del país están en deuda con la facultad que anima la Universidad de Guayaquil, nacida con modestia pero con fe en un destino superior para la patria.