Son diarios los mails que recibo concordando o cuestionando las críticas que escribo para esta columna. Muchas veces respondo aquellas que creo necesitan una explicación argumentada de mis palabras publicadas.

Otras, las menos por suerte, no merecen  sino una lectura informativa.  En todo caso hoy me gustaría poner en claro que para escribir una crítica  no se estudia exclusivamente en las aulas universitarias.

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Ser crítico exige una visión permanente del mundo, un ejercicio de 24/7  de mantener abiertos los ojos con una actitud despojada de inocencia. Ser crítico de televisión no es pasarse el día entero frente a la caja idiotizante, ni cambiar de canal cada comercial.

El oficio  implica un trabajo permanente de monitoreo de medios,  no solo televisivos.  El crítico no puede tomar su trabajo en vano, porque  su labor, aunque denostada, pretende  ayudar a mejorar programas, incrementar las herramientas de análisis y facilitar las  decisiones de productores, conductores y programadores.

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El crítico de televisión no puede casarse con nadie porque no puede confiarse de nadie. No escribe para atacar a quienes le caen mal, ni elogia a quienes lo tratan bien.

El crítico de televisión sabe que “la crítica” no incluye solo aspectos negativos. Debe ejercer la responsabilidad de ser la voz del telespectador y propiciar la retroalimentación sin temor de  decir al César lo que el César merece escuchar,  con palabras justas y conciencia limpia de haber expresado su pensamiento con, al menos, argumentos lógicos.