Pedro Artieda tiene sus pasiones. Lo primero que hace al llegar a su departamento es prender su equipo para escuchar tangos, su música favorita. Luego, saca unas copas de su colección –tiene 70 unidades adquiridas en diversos países–, las llena de agua y comparte con sus visitantes. En ese ambiente, habla de su otra pasión: escribir. En estos días se refiere a La última pared roja, novela editada por Eskeletra y que se está leyendo en algunos colegios de Quito. Es el tercer trabajo de Artieda, luego de su ensayo sobre la homosexualidad masculina en la literatura ecuatoriana y de su novela Nadie lo sabe con certeza.

¿Qué tal acogida ha tenido La última pared roja?
La casa editorial está haciendo un trabajo muy cercano con colegios, promocionando sus nuevos títulos, cuyos autores son normalmente personas poco conocidas y, entonces, los principales lectores son los jóvenes. Esto es chévere porque los jóvenes comienzan a conocer otro tipo de literatura.

¿Y usted escribió para los jóvenes?
No. Escribí sin pensar en un público determinado. Un día me senté y comencé a imaginar una historia que es ficticia y que no tiene nada que ver con el país ni con alguien que yo conozca. Son tres personajes que viven en una superciudad, que la llamo megalópolis, y que ha comenzado a crecer hacia el núcleo de la tierra, debido a los cambios climáticos, por lo que la gente no puede salir a la superficie. Se ha construido una red subterránea. Es una ciudad que tiene 30 niveles hacia abajo y hay el metro. Un metro con vida. Y la historia sigue...

Publicidad

¿Y en el metro de qué ciudad está inspirada la historia?
De ninguna ciudad en especial. Siempre me gustaron los metros. Me parece que es una vida bajo la ciudad. Hay metros que tienen mucha más vida como el de Buenos Aires (Argentina) y hay otros que son perfectos, pero fríos y no tienen nada, como el de Washington (Estados Unidos). El metro, en general, me pareció muy bueno para escribir una novela.

¿Una de ciencia  ficción?
Esta obra no es ciencia ficción, es futurista. Ciencia ficción es, por ejemplo, una ciudad en el aire. Futurista es algo que es posible. Pero me siento muy satisfecho con lo logrado en la novela, aunque hubo ratos en que me hice muchos nudos en contar la historia porque, además, está contada como en cuadros que son muy cortos, que parecen que no tienen relación con nada. Pero hay un momento en la historia que va conectando los hechos y los personajes.

¿Esta obra fue escrita de una sola carrera o por partes?
Este libro yo lo escribí hace tiempo, lo dejé descansar y lo volví a retomar. No sabía qué hacer. Lo leía y decía: esto es una pendejada, ¿qué estoy escribiendo?: esto no tiene sentido. Es una cosa loca, pero dije: esta cosa loca debe tener una cosa lógica. Fue cuando me decidí y dije: esta es una historia rayada, pero le voy a conectar  todo bien, le voy a escribir muy bien, para que cuando termine de leer diga: ¡puede ser! No quería que quede con un mal sabor y que cuando la gente termine de leer diga: ¿Qué es esto que he leído? Por eso la novela la hice leer a mucha gente y la única persona de mi familia que la leyó antes de ser publicada fue mi madre.

Publicidad

¿Y cuándo encontró que esta obra tenía sentido?
Cuando la  leyó Susana Salvador Crespo, una académica. Una vez que la leyó me llamó y me dijo: ¡Pedro, estoy sorprendida con este texto! Fue cuando la obra la pasé a la editorial. La leyó Ramiro Arias, el director de la editorial, y se consolidó el proyecto.

Y en temas de este tipo, ¿en qué momento el escritor decide ponerle el final a la historia?
Es algo inconsciente: uno siente que la historia debe terminar. En los libros que he escrito he dicho: ¡ya, hasta aquí! Podría alargarle un poco, pero pienso que no tiene sentido.

Publicidad

¿Qué finales le gustan?
Los abiertos, porque esos le dan la posibilidad al lector de imaginarse qué va a venir luego. Me sucedió con mi primera novela: cuando fui a dar una charla sobre la obra, me preguntaron: ¿Qué pasa después?

¿Y ese qué pasa después... no da posibilidad de hacer un segundo tomo?
Sí me han dado ganas de hacer una segunda parte de mi primera novela, que tuvo bastante acogida y se hicieron dos ediciones, pero luego dije: tengo otras cosas por contar y he preferido enfocarme en otros temas.

¿Cuáles?
Tengo dos temas pendientes. Uno tiene que ver sobre la historia de un padre y de un hijo.

¿Una historia real o ficticia?
Es una mezcla.

Publicidad

¿Y el otro?
Es real. Quiero escribir sobre un personaje que es travesti. El tema me parece interesante porque el Ecuador vivió un momento importante en el tema de la despenalización de la homosexualidad, en el año 1997. Conozco a una persona que vivió ese proceso antes y después. Y es curioso porque es una mujer que viste de hombre. Es un personaje riquísimo.

Usted  escribió sobre la homosexualidad en un ensayo, ¿no será problema volver sobre ese tipo de temas?
Ese es un libro que desmitifica  la homosexualidad y da razones sobre el por qué ha sido tan satanizada esta situación. La obra deja en evidencia que el tema existió desde siempre. La obra ha sido leída por mucha gente. A mí me quedan solo tres ejemplares.

¿Y a usted le fascina que la gente lea sus obras?
Por supuesto. Hay una razón para escribir si alguien lee lo que uno hace. Si nadie lee no tiene sentido escribir.

PERFIL: Pedro Artieda
EDAD
44 años

FORMACIÓN
Tiene formación en psicología clínica y psicoanálisis. Es periodista y se desempeña como asesor de comunicación Su ensayo La homosexualidad masculina en la narrativa ecuatoriana  obtuvo el premio nacional Manuela Sáenz.