Cuando eran adolescentes se conocieron en el barrio del Astillero, porque fueron vecinos. No obstante, Ruth Coello se trasladó a vivir al norte de la ciudad y dejó de ver por tres años a Hugo Avilés, con quien se reencontró en el centro de Guayaquil y en esa ocasión hablaron durante cuatro horas.

Ambos estudiaban Arquitectura, pero en distintas universidades. Hugo quería probar un pasatiempo distinto, así que invitó a Ruth a ingresar en un taller teatral. A partir de esta situación empezaron a enamorarse y a compartir mucho tiempo en las tablas con el surgimiento de varios proyectos escénicos.

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A ninguno de los dos les gusta mencionar su edad. Ella porque prefiere mantenerla en reserva, y él “porque me protege ante los demás”, dice Ruth; mientras Hugo comenta que cumplen los mismos años.

Juntos abandonaron su carrera universitaria, pero ella está animada en ingresar nuevamente a estudiar alguna profesión. A los cuatro años de haberse reencontrado se casaron solo por lo civil, porque la familia de Ruth es testigo de Jehová, mientras que la de Hugo, católica, y no querían que ningún familiar dejara de ir a la boda.

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Dos años después nació Yannick y un año más tarde, Adrián. Uno tiene 18 años y el otro, 17. De vez en cuando, y últimamente a manera de broma, Hugo le ha dicho a Ruth que tengan una hija. Ella le contesta, también jocosamente, que podrían adoptarla. Ambos dicen admirarse y no inmiscuirse en los asuntos profesionales de cada uno.