En el  2008 la censura ha estado más presente que otros años en el arte. Libros, pinturas, obras de teatro, instalaciones artísticas y otras expresiones fueron impedidas de exhibirse o  publicarse por su “fuerte contenido”, según las entidades que las han reprobado, que en su mayoría pertenecen al Gobierno.

Una de las primeras en registrarse fue en junio pasado  cuando quince mujeres pertenecientes al Colectivo de Artistas Costarricenses montó la exposición  El jardín de las delicias, una  visión femenina de la masculinidad.

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La obra estaba   compuesta por unos doce muñecos de tela que representaban desnudos masculinos de tamaño natural. Las esculturas de trapo reflejaban  diversas facetas del hombre: amigo, esposo, hermano, hijo, padre y otros.

La muestra se presentó primero en octubre del 2007 en la  galería de la Gráfica Génesis en San José, Costa Rica. Luego fue llevada al Festival Internacional del Arte 2008, en donde fue visitada por 70 mil personas. Sin embargo al trasladarse a la Escuela de Filosofía y Letras de la Universidad  de Costa Rica en junio del 2008 fue censurada por las autoridades del lugar.

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En el centro educativo las obras fueron cubiertas y hasta modificadas en su aspecto, lo que motivó el rechazo de diversas agrupaciones artísticas de ese  país.

 Dos meses después de este suceso la pintora británica Maxime Xavier denunció     una censura, durante un concurso,      a su obra denominada Possession, un cuadro con su retrato  que la  presentaba   con los pezones “demasiado erectos” como para ser expuestos al público.

 En ese mismo mes tuvo reparos  el trabajo del pintor uruguayo Luis Raymundo Méndez, quien lleva treinta y cinco años radicado en Inglaterra.
 Su última exposición   denunciaba  la matanza realizada por los ejércitos estadounidense y británico en Iraq.

 Y los reproches al arte continuaron en Europa.   En Viena un ciclo maratoniano de siete horas bajo el título La guerra de las rosas, con obras de Shakespeare,   inspiradas en la guerra civil que enfrentó a la Casa de Lancaster y a la de York en el siglo XV, fue tachada de “perturbadora” por el grado de violencia desplegado.

Así lo dispuso una psicóloga de la Concejalía de la Juventud del Ayuntamiento de la capital austríaca, quien vio la obra con el fin de elaborar un informe técnico, en el que concluyó que no era idónea para   jóvenes.

La maratón, dirigida por el alemán Stephan Kimmig,  fue suspendida en septiembre.

Latinoamérica tampoco escapó a la censura. El escritor Sergio Ramírez protestó  por el veto a un prólogo que escribió para una obra de Carlos Martínez Rivas (1924-1998), cuya publicación era impulsada  por el diario español El País.

La medida la ejecutó, se dijo,  el gobierno de Daniel Ortega, del Frente Sandinista de Liberación Nacional, partido en el  que Ramírez militó en los años ochenta y con el cual llegó a la vicepresidencia de Nicaragua en aquella época.

Ramírez, al dejar el escenario político, se distanció de Ortega  y  ahora es  uno de los críticos más severos de su  gobierno. La prohibición de la publicación del prólogo   fue en diciembre pasado y generó el rechazo de los   escritores del continente.

Este suceso   se sumó al  que unos meses antes vivió el poeta Ernesto Cardenal, a quien la justicia lo obligaba a pagar una multa por supuestas injurias a un empresario alemán. Cardenal denunció, entonces,   que fue víctima de una venganza del presidente  Ortega.

El Corvux corax de Betto Villacís

La censura que causó mayor polémica en el 2008 en el  Ecuador  fue la que recibió la obra Corvux Corax, de Betto Villacís, quien pertenece a la agrupación artística La Vanguardia.

El cuadro se expuso en la muestra Parto sin dolor, en la Universidad Católica de Guayaquil, a inicios de diciembre pasado, y    muestra la figura de un vigilante con la cabeza de cuervo.

 La pintura causó la reacción del entonces director ejecutivo de la Comisión de Tránsito del Guayas, Ricardo Antón, quien  pidió  el retiro inmediato del cuadro de la exhibición.

El funcionario justificó la acción alegando que la pieza era un irrespeto y una burla a la institución. Esta medida causó la reacción de diferentes actores y gestores culturales, quienes protestaron con disfraces de buitre (ave parecida al cuervo) en  calles céntricas de la ciudad y  pintaron temas alusivos a la obra censurada.

Las críticas que recibió la obra por parte del funcionario de la CTG se convirtieron, a la larga,  en  un  espaldarazo, pues tanto la obra como la agrupación La Vanguardia  captaron  la   atención de los medios de comunicación y del público.