Recibió el Premio Nobel de Literatura en 1990 y es uno de los mayores referentes intelectuales de México y Latinoamérica.

Diez años después de su muerte (que se recordaron  ayer), el único Premio Nobel de Literatura mexicano, Octavio Paz, sigue siendo un estandarte   del país, a pesar de que su visión crítica de México y del totalitarismo provocó sentimientos encontrados en el orgullo nacional.

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Paz recibió en 1990 el Nobel de Literatura por una obra predominantemente centrada en el ensayo y la poesía y considerada una de las más destacadas de la literatura latinoamericana del siglo XX. Entre sus obras sobresale El laberinto de la soledad (1950), un estudio descarnado del mexicano, su carácter, sus complejos, su idiosincrasia y su historia, además de una visión poética de su naturaleza más profunda.

Aún su pensamiento crítico genera polémica, como cuando en  febrero pasado políticos de izquierda se negaron a que Paz figurara en el  Muro de Honor del Congreso de México. Se  limitaron a llamar con su nombre una sala de la Cámara Alta.  Paz “no necesita que su nombre esté en letras de oro en el Congreso porque ya lo está en la literatura mexicana, latinoamericana y universal”, dijo  el historiador Enrique Krauze, quien criticó la  mezquindad  de los diputados y se aventuró a decir que nunca leyeron al Nobel.

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Aseguró que  Paz fue un demócrata  cuyos “únicos enemigos eran un sector de la izquierda que no creía en la paz ni en la democracia”.

Para Adolfo Castañón, quien fue su colaborador en las revistas Plural y Vuelta,   Paz siempre tuvo claro que “un intelectual tiene un compromiso con el pensamiento y no con la patria”. En su juventud Paz estuvo  próximo a la izquierda. Asistió al II Congreso de Escritores Antifascistas en plena Guerra Civil (1936-1939) en España, pero con los años se fue haciendo cada vez más crítico del socialismo de la Unión Soviética, e incluso del mexicano.

En 1951 publicó en la revista Sur, de Buenos Aires, una introducción al texto del francés David Rousset llamado Los campos de concentración soviéticos, tras lo cual muchos intelectuales de izquierda latinoamericanos le criticaron duramente, recordó Castañón.  “Por esa época fue acusado por algunos de ser un aliado de la CIA estadounidense”, agregó. “Los mexicanos admiramos   a Paz porque es un gran escritor que ha universalizado al país, pero en realidad nos cuesta trabajo tragarnos su píldora porque deja un regusto amargo al final”, opinó.

La viuda de Paz, Marie Jo, se muestra emocionada por el interés que aún despiertan las obras de su marido cuando se cumplen   diez años de su muerte, y aseguró que su obra  sigue verdaderamente viva.

De no haber muerto “seguiría teniendo mucho que decir de la situación actual porque siempre fue independiente y crítico con la realidad”, subrayó.

Además de la publicación esta semana de  cartas inéditas que Paz escribió al poeta español Tomás Segovia a lo largo de 28 años, y de los  homenajes que le están haciendo, Marie Jo  anunció que aún queda material inédito por desvelar este año.  Segovia, por su parte, indicó que aunque las actitudes políticas de Paz eran muy suyas  y no cayeron bien a todo el mundo, “como poeta y pensador, enemigos no tenía”.

Elena Poniatowska,   escritora de izquierda mexicana, no quiso entrar en la dimensión política de Paz, aunque reconoció que “es la figura clave en la cultura mexicana”. “Es muy admirado porque honró a México y lo universalizó como nadie lo hizo antes”, concluyó.

BREVES

SU VIDA
Octavio Paz   nació en Ciudad de México el 31 de marzo de 1914 y murió  el 19 de abril de 1998. Fue poeta, ensayista y diplomático.