Ya desde las primeras escenas está claro que Sé que vienen a matarme es una película arriesgada, directa, que no se anda con rodeos: ante un hombre con uniforme militar, rostro de tal severidad que es imposible no sentir miedo, desfila una multitud de hombres hacia el paredón. Hay quien lleva a su pequeño hijo y fusilan a los dos. El exiguo pelotón dispara sin descanso, mientras el siniestro personaje grita invariablemente “¡fuego!”.