El día que aprendió a leer fue uno de los más felices de su vida. Era entonces un niño. El día que visitó Alemania y no pudo entrevistar al escritor Heinrich Böllh porque le dijeron que el autor estaba en la   Selva Negra, donde tenía una casa y allá no veía a nadie, supo que ese era el camino.  En esa época, 1982, Hernán Rodríguez Castelo  era ya  crítico de arte y literatura, catedrático, escritor, especialista en gramática, autor de libros y director de publicaciones. Y  tenía dependencia laboral.