El Museo de la Ciudad, en Quito, abrió un área para el pasillo. Es una muestra que más que investigación de las condiciones musicales y sociales del género, constituye una evocación nostálgica.
Una exposición en el Museo de la Ciudad recrea, en medio de corredores creados a propósito, los cuatro escenarios emblemáticos del pasillo: el salón aristocrático, la cantina, el balcón de los serenos y el auditorio de la emisora de radio.
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En el primero dicen que nació el pasillo en el siglo XIX como una versión de ritmos ibéricos, interpretado por el piano y el violín. En la ciudad, cuenta algún viajero de ese siglo, existía la enorme suma de 120 pianos.
¿A qué se dedicaban, mientras tanto, las clases populares? Tal vez a la retreta con las marchas militares heredadas de los días de la Independencia.
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Hacia los años veinte y treinta, el pasillo aristocrático saldría a la calle para protagonizar el escándalo público. La música de salón se había vuelto, de pronto, “tabernaria”. Músicos como Humberto Salgado hablan de que los ritmos se han vuelto tan tristes que se parecen al llanto de un funeral indígena.
Ha cambiado el aparatoso y lujoso piano por la ligera y entrañable guitarra, con lo que se llega al segundo escenario del pasillo recreado en el Museo de la Ciudad: la taberna primero y la cantina más tarde. Son las épocas en que una Sierra derrotada por la Revolución Liberal, vive la poesía de los decapitados, el desmoronamiento de una aristocracia de la tierra, la “pérdida de la fe” y el reinado del escepticismo, que acaba reflejado en un pasillo célebre: Opio y ajenjo, dos refugios de poetas y trasnochadores del Quito de los años veinte, que se hizo popular en la versión de Carlos Amable Ortiz.
Los dos escenarios restantes complementan el universo del pasillo: el balcón a cuyo pie el enamorado se acompañaba de algún trío de guitarras y el pequeño auditorio de las primeras estaciones de radio en las que figuras como Carlota Jaramillo, las hermanas Mendoza Suasti o el dúo Benítez-Valencia grabaron sus éxitos. Los auditorios radiales se convirtieron en los espacios de consagración de los artistas.
A través de partituras y fotografías, la exposición del Museo de la Ciudad recuerda algunas de las figuras más destacadas del pasillo: compositores como Carlos Amable Ortiz, Aparicio Córdova, Sixto María Durán, Cristóbal Ojeda, Francisco Paredes Herrera, entre otros.
Un conjunto de elementos museográficos que nos aproximan al pasillo, con una recreación de ambientes y algunos documentos históricos.