Sus fanáticos y lectores le han enviado a Rennes, Francia, más de 400 correos electrónicos y un centenar de cartas. 

Durante cinco horas, los médicos  mantuvieron con vida a Bernard Fougères gracias a máquinas que realizaban el trabajo de los órganos que se negaban a trabajar. “Fueron como cinco horas de una pequeña muerte”, explica Bernard.

Publicidad

Lo que normalmente debían ser dos días en terapia intensiva se transformaron en un mes. Todo se complicó, había problemas de irrigación al cerebro, una infección respiratoria, una infección renal. Cuando despertó, no reconocía a nadie, ni siquiera a su esposa y durante una semana estuvo en estado de inconsciencia. Los ojos de Bernard se empañan cuando cuenta esto y no puede ocultar un ligero temblor en sus labios.

La noche más crítica, aquella en que lo peor podía ocurrir, toda la familia de Bernard se reunió en la clínica. La hermana de Bernard le preguntó al médico si realmente su vida corría peligro y él le dijo que “definitivamente sí”. Ella se derrumbó y se puso a llorar a mares. Pero Evelina nunca perdió la esperanza, siempre estuvo segura de que Bernard se las arreglaría para no abandonarla. Pero fueron los días más largos de su vida, confiesa Evelina.

Publicidad

Ella es una mujer fuerte y positiva. Cuando el médico le anunció la gravedad del estado de Bernard, dice que se quedó fría, como inerte. “Me puse a rezar, a repetir una y otra vez ‘Jesús en ti confío’. En ese momento nada de lo que está a tu alrededor importa, solo quieres tener una certeza, saber si se salva o se muere, para saber si respiras o no”, anota Evelina.

Los momentos de respiro vinieron de a poco, conforme los órganos del cuerpo de Bernard empezaban a reaccionar, a lo largo de los días, haciendo cada vez más grande la certeza de Evelina de que se recuperaría.

Manifiesta que el temor más grande entonces era saber si el cerebro de Bernard se recuperaría completamente tras tanto tiempo de inconsciencia y cuando ese temor desapareció, entonces Evelina pudo respirar en paz.

Bastante recuperado, ahora Bernard recordó  con nosotros estas semanas terribles.

Pregunta: ¿Qué pensaste cuando tomaste conciencia de lo que había ocurrido?
Respuesta: Me sorprendí de estar vivo. Miré cada cosa y cada rostro como si fuese la primera vez. Por las noches recordé todas las veces que tuve actitudes estúpidas o experimenté sentimientos poco nobles. Me sentí muy pequeño, frágil y pensé que era tiempo de tomar en serio la vida de los demás y también la mía.

P: No me parece que seas alguien que no toma en serio la vida de los demás...
R: Muchas veces, casi todos los días hay personas que me buscan porque necesitan ser escuchadas. Recordé que a menudo me hice negar y eso es parte de las cosas que considero que no me preocuparon lo suficiente.

P: ¿Qué cambió en ti el hecho de haber estado a punto de morir?
R: Hay que amar más a la gente que amamos. Hay que ser absolutamente tolerantes frente a los errores de los demás y, sobre todo, hay que tomar conciencia de que no somos seres tan importantes como a veces creemos.

Como decía Pablo Picasso, quiero tratar de morir joven lo más tarde posible. Quiero llegar a ser viejo sin ser lo que Mafalda llamaba un asqueroso adulto. Quiero ser un niño pero con la conciencia bien puesta, como Mafalda. Ahora que estuve tan cerca de la muerte mis ilusiones se han multiplicado por mil. Ahora miro cada hoja de los árboles. Cambia tu escala de valores.

P: ¿Cómo te sientes en Francia, en tu Bretaña natal?
R: Aquí me siento en tierra extraña. Lo único que vuelvo a encontrar aquí es mi infancia. Toda la gente que conocí se ha diseminado, solo quedan lugares, recuerdos, vivencias. Francia me aparece como una ex enamorada a la que me une una ternura, mientras mi pasión está en Ecuador.

Conozco todos los defectos de Guayaquil, pero no siempre te enamoras de una mujer perfecta y de una ciudad modelo. He llegado al límite, como un pez fuera del agua. Necesito el oxígeno de los trópicos. Aquí la comida es extraordinaria pero en este momento me provoca un caldo de patas, un arroz con menestra, una guatita.

P: ¿Qué es lo primero que quieres hacer cuando llegues a Guayaquil?
R: Recorrer mi casa como un perro que vuelve al hogar y lo husmea todo y... comerme a besos a los míos.

Y es que Bernard es seguramente el más guayaquileño de los franceses y lo primero que nos mostró de Rennes fue una chocolatería donde un costal de cacao de Guayaquil forma parte de la decoración.

Y ese amor es recíproco porque recibió más de 400 correos electrónicos de lectores y admiradores que querían expresarle su cariño.

Esto es algo que nunca va a olvidar. No ve la hora de regresar a “su ciudad”, porque si la muerte lo tendrá que encontrar finalmente algún día él prefiere que sea en Guayaquil. Por lo pronto se ha propuesto ya regresar para fin de año y no deja de hacer planes para el futuro, así que tenemos Bernard Fougères para rato.