El filme ha causado polémica en su país de origen y en los lugares donde se lo ha presentado. Aviva el eterno debate sobre los límites del erotismo y de lo deliberadamente explícito. Aquí dos visiones de la cinta.
El sexo en la visión de una directora
Cinco años después de su acalorado estreno en Francia, Romance X ha llegado al MAAC Cine en furtivas funciones nocturnas que parece no han tenido mucha repercusión. Pero hoy y mañana pueden acudir allí a constatar una de las películas más transgresivas de los últimos tiempos, dirigida por Catherine Breillat, una realizadora de vasta cinematografía y de la cual desgraciadamente muy poco hemos visto por aquí. “Lo que no toleramos en la realidad no toleramos en las imágenes”, dice su protagonista en una de las desinhibidas escenas del filme. Las palabras también son de la Breillat, que escribió el guión.
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Y aquí hay que comenzar por lo primero. Muy poco se ha escrito sobre la trayectoria de realizadoras de cine en una industria donde el 99% de lo que vemos –la cifra es mía, por si acaso– es dirigido, producido, libreteado y marketeado por hombres. Sería interesante entonces analizar la nefasta repercusión que esto podría haber tenido sobre las sociedades más dispares. Más que nunca, la sensibilidad femenina hacía falta en el panorama cinematográfico mundial. En Romance X, una directora asume la misma posición liberadora que el escritor D.H. Lawrence intentó en la literatura en su ahora clásica El amante de Lady Chatterley. Durante demasiado tiempo, los romances cinematográficos todavía adolecen de exceso de violines, risibles finales felices y absurdas recreaciones de momentos íntimos.
Todo eso terminó aquí. Desde sus primeras secuencias, sentimos que esta mujer nos está hablando de manera directa y sin velos de ninguna clase. Y sus imágenes lo corroboran. Marie (Carolines Ducey) es una profesora de escuela que vive con su amante, Paul (Sagamore Stévenin), un modelo de profesión que en su primera aparición está filmando un comercial vestido de torero. Entre los dos, la calentura inicial se ha convertido en una rutina vacía y exasperante. Marie comienza a descubrir su propia identidad a través de una crisis que no es solo sexual: “el amor entre los hombres y las mujeres es una batalla perversa”. Así inicia una serie de sórdidas relaciones con Paolo (Rocco Siffredi) y el supervisor de su escuela (Francois Berléand).
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Lo que vemos entre estos seres siempre es percibido solo a través de Marie. La voz de ella está siempre en el fondo, haciéndonos reflexionar sobre sus sensaciones más íntimas. Breillat niega el concepto de un “cine femenino”, ella es una autora de imágenes completamente desfasadas en su hiper-realismo de todo lo que se vio antes. No hay ninguna gran estrella aquí, porque lo que sus actores deben hacer nunca es simulado. Lo que vemos es real y frontal. Este es un cine europeo nuevo, absolutamente auténtico en su gestación, que sacude percepciones patriarcales, expresando toda la complejidad del deseo en una mujer. Es una mirada desprovista de convencionalismos morales que nunca es políticamente correcta. La X después de “romance” lo acredita.