Cuando los radios portátiles, grabadoras, reproductores de discos compactos o modernos walkman estaban ausentes del mercado sin la demanda actual, quienes deseaban aprender la letra de una melodía de moda pero no podían permanecer junto a un radio para lograrlo, optaban por comprar los cancioneros en los puestos de periódicos y revistas de la ciudad.
Adquiridas esas publicaciones donde constaban sus canciones favoritas y las fotos de sus admirados intérpretes a quienes querían imitar, grandes y chicos iban de un lado a otro leyendo y tarareando los temas. Era pues, el cancionero una especie de amigo inseparable de los aficionados al canto y hasta de los profesionales en materia musical.
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Alrededor de la década de 1950 del siglo anterior, en nuestra ciudad se incrementó la publicación semanal, quincenal y mensual de los cancioneros, labor que ayudó a difundir la letra de composiciones nacionales y extranjeras que ahora son una añoranza.
Entre los cancioneros de mayor aceptación y habitual demanda estuvo El Mosquito, que editaba Rafael Cucalón, con su colaborador en asuntos de selección de material e impresión, el comandante de Bomberos, Andrés Arteta Montes. Nadie perdía los números ordinarios y extraordinarios del cancionero y hasta los políticos se peleaban por aparecer en su portada debido a su popularidad.
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Publicaciones de similar contenido fueron Cancionero del Guayas, El Porteñito, Cancionero del Trópico, América, El Nuevo Cantor, Guayas, Moderno, entre muchos otros. Lamentablemente, los costos de edición ocasionaron que dejen de publicarse y la costumbre de comprarlos casi desapareció. Pocas imprentas atienden la demanda de los escasos interesados. De los pocos que circulan en nuestro medio están Variedades y Cancionero Internacional.
Aunque no son propiamente cancioneros, porque además incluyen estudios documentados y completos en cuanto a bibliografías de autores, acordes, partituras, etc., hay que destacar, por ejemplo, Florilegio del pasillo ecuatoriano, por Alberto Morlás Gutiérrez, un referente para conocer letras de ciertas canciones.
También constan Cantares inolvidables del Ecuador (tomos 1 y 2) y Joyel Musical o Historia Musical de América (dos tomos), de Francisco José Correa Bustamante.
Asimismo, están en favor de la difusión de la música nacional los libros Antología de artistas y compositores ecuatorianos compilado por Adolfo Parra Espinoza, y Antología del pasillo ecuatoriano, de Isabel V. Carrión.
Igualmente el cancionero popular Vamos a cantar (Biblioteca Ecuatoriana de la Familia), con su compilador Gerardo Guevara.
Ermel Aguirre González publicó Antología de la Música Ecuatoriana (letras, acordes, partituras, compositores); Jaime Díaz Marmolejo, sus Pasillos clásicos; y Edwin Guerrero Blum editó Pasillos y pasilleros del Ecuador.
Libros con amplia información y letras de canciones ecuatorianas son Discografía del pasillo ecuatoriano y Lo que cuentan nuestros pasillos, de Alejandro pro Meneses.
Constan además Cancionero Ecuatoriano (Representaciones Regalado), Antología Musical de América (Francisco José Correa Bustamante), Antología de la Música Hispanoamericana (boleros, valses, tangos, rancheras, cumbias, pasodobles, cuecas, sambas, bambucos) de Editorial ABC.
Últimamente circula el libro Señor Bolero, del investigador José Espinoza Sánchez, con historia y anécdotas de compositores e intérpretes.
LETRAS
DEMANDA
Los cancioneros tuvieron gran demanda hasta las décadas del 70 y 80 del siglo anterior. Aunque comenzaron a editarse desde los años 50. Actualmente son pocas las imprentas que los publican.
MÁS CONOCIDOS
Del 70 al 80 hubo varios cancioneros favoritos por el público, conocidos con nombres como: Ecuador, América, Variedades, Moderno, Guayas, El nuevo cantor, Cancionero ecuatoriano, Joyel Musical (partes I y II), El Mosquito, El Costeñito, El porteñito, Cancionero del Guayas, Cancionero del Trópico, Cancionero Internacional, entre otros.