Silvia cree que las situaciones o cosas de la vida no son hechos aislados, que todo es como una especie de cadena de dar y recibir. “Yo soy producto de una relación en que fui criada por una persona que no era mi padre, porque mi papá verdadero murió cuando yo era una bebé y mi mamá se volvió a casar. Y quien me crió, mi papi, me dio incondicionalmente todo su amor y fue conmigo ciento por ciento quizás más que un padre, entonces yo siempre aparte del amor que he sentido por él, le he guardado una gran gratitud”, dice.
Así, con el pasar del tiempo, se vio envuelta en una situación similar, ya que se casó con Jacobo, quien tenía en ese momento tres hijas, y ella quiso con la mejor voluntad devolver eso que ella había recibido.
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Las niñas vivían en Colombia con su mamá, pero en un momento dado en que vinieron a pasar vacaciones a Guayaquil, Silvia le propuso a Jacobo que sus hijas se quedaran a vivir con ellos porque sabía que esa era la ilusión más grande de su marido. En ese momento Jéssica y Cinthya entraban a la adolescencia y Stefanie era todavía una niña. En la casa las normas cambiaron un poco, porque no es lo mismo estar de vacaciones que vivir el día a día con todas las responsabilidades que esto implica.
A pesar de que mucha gente le decía a Silvia que el papel de madrastra es difícil y poco gratificante, porque todo lo que se haga puede ser mal interpretado o mal recibido, ella nunca sintió miedo. ”Simplemente, si bien es más difícil criar a un hijo que no es tuyo porque tienes que tener más tino en lo que dices y cómo lo dices, no es imposible. Yo desde el primer momento hablé con ellas y les dije que ni su papá ni yo éramos perfectos y que trataríamos de dar lo mejor de nosotros y que era seguro que muchas veces nos íbamos a equivocar”.
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Dice Silvia que nunca hubo una rivalidad o celos entre ella y las niñas por Jacobo. “Ellas querían que su papá fuera feliz y no iban a poner barreras entre él y yo. En la casa siempre se vivió un ambiente de alegría, manejábamos las situaciones con mucho humor”, expresa.
Se reunían a conversar, sobre todo, lo que había ocurrido durante la semana, así nadie se quedaba con resentimientos guardados y se aclaraba cualquier duda. Después de unos años nació Emily, que hoy tiene 11 años y sin duda trajo al hogar mucha alegría. Jéssica y Cinthya vivieron con Silvia y Jacobo hasta que se casaron y ahora residen en Estados Unidos, y Stefanie regresó a Colombia adonde su mamá.
El secreto está en dar amor a quienes viven contigo. “Creo que lo más importante es lograr la unión familiar y crecer en armonía”, dice Silvia.