Reposaba al fresco, junto a su esposa, en la maravillosa mañana montevideana, gloriosa de sol y de quietud. Su casa se asemeja a él, a su vida: situada en el elegante barrio de Punta Gorda, frente al mar, posee sin embargo una simétrica sencillez, un discreto encanto. No hay un solo detalle arquitectónico que denote elocuencia, grandiosidad o soberbia.