Como puede notarse en todos los que vivimos el fútbol de los primeros años del profesionalismo de Guayaquil y la era de los estadios George Capwell y Modelo a Julio Arce Macías se le retrata la nostalgia cuando empezamos a hablar de aquellos tiempos. El sentimiento es compartido por Teodoro Ruiz, exzaguero central de Español; Juan Morán, quien vistió la camiseta del Patria; y Franklin García cuya divisa fue siempre la de hincha en esa era. En la esquina noreste de 9 de Octubre y Chimborazo, una de las pocas que sobrevive tras la pandemia, se respira fútbol, aunque las reuniones son solo los viernes; ya no diarias como antes.

Julio Arce lleva la voz cantante por su pasado notable de arquero en el profesionalismo en los grandes equipos del país. La charla se anima cuando empieza a hablar de los guardametas de antes y de la pelota barrial. Ya se han unido otros parroquianos. “Guayaquil fue siempre cuna de grandes arqueros. Basta mencionar a Napoleón Medina Fabre, Enrique Romo, Pablo Ansaldo, Alfredo Bonnard, Cipriano Yulee. Todos tapábamos a mano limpia, sin guantes, con una pelota tosca, y no dábamos rebote. Nuestros dedos eran tenazas. Todos los que jugamos en ese tiempo salimos de los barrios. Crecimos como futbolistas jugando en la calle, sin maestros. Yo jugaba en Santa Elena y Julián Coronel y después en Noguchi y Argentina”, relata Julio Arce.

“Mi padre nos llevó a vivir en Cuenca y Babahoyo y allí vestí la primera camiseta: la de un equipo que se llamaba Chacarita y jugaba en la Liga Norero. Yo jugaba adelante, pero no era bueno, así que un día alguien gritó: ‘¡Cantinflas (así me bautizaron) al arco!’, y ese día nací como guardavallas”.

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Julio cuenta que fue a vivir en las calles 11 y Argentina y en un salitral los muchachos del barrio hicieron una canchita. Los arcos eran de caña rolliza y allí terminó de convencerse de que su futuro estaba en el arco. Volvió a Noguchi y Argentina para jugar índor y un día en que atajaba todo lo vio el prócer torero Rigoberto Pan de Dulce Aguirre y lo enroló en el Argentina, su equipo barrial que jugaba en la recordada Liga Juan Díaz Salem.

Poco después el histórico dirigente lo incorporó a los juveniles de Barcelona SC. “Me llevó a la casa de deportes Aragón y me compró el equipo completo. Después me embarcó en su carro viejito y me llevó a comer un caldo de salchicha a las Cinco Esquinas. ‘Aliméntate bien que estás flaco’, me dijo, y en adelante todos me llamaron Flaco”.

De Barcelona a Patria

En los juveniles fue portero titular. Debutó un domingo de 1953 en el Capwell en el preliminar del tercer choque entre Barcelona y Millonarios de Bogotá. Arce cuenta que tenían un equipazo: “En la defensa me acompañaban Luciano Macías, Miguel Esteves y Silvio Devoto, en la media Eduardo Chorrosco Aguirre y adelante Héctor Candia que era un gran interior derecho, Perasso y Pupo Aguirre. En ese equipo tuve mi primer maestro, José Pelusa Vargas. Él me enseñó a manejar el balón y en la reserva jugaba Pablo Ansaldo en el arco y yo de centroforward, o al revés. Hasta patear penales me enseñó Pelusa”, cuenta el exarquero, quien se siente orgulloso de haber alternado en primera, en 1954, con Carlos Pibe Sánchez, Enrique Pajarito Cantos, Luis Niño Jurado, Luciano Macías, Simón y Clímaco Cañarte y Sigifredo Agapito Chuchuca, al que considera responsable de la idolatría torera.

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En 1955, con el arco ocupado por Ansaldo y Jorge Delgado, Barcelona lo cedió en préstamo a Patria, donde Arce alineó con Ezio Martínez, Luis Patón Alvarado, Jorge Carita Izaguirre, Jaime Carmelo Galarza, Pancho Rengifo, Mario Saeteros, Pedro Pilo Hernández, Colón Merizalde y Gereneldo Triviño.

En 1956 lo pidió 9 de Octubre en uno de los mejores años de ese club. Fue arquero titular con Plutarco Osorio, Carlos Castillo y Ricardo Valencia en la defensa. De volantes jugaban dos gigantes: Rómulo Gómez y Ruperto Reeves Paterson. Y adelante Roberto Leyton, Marcos Gómez o el milagreño Fabiani , Pedro Figueroa, Lucho Drouet o Isidro Matute y Raúl Pío de la Torre. Arce estuvo allí tres temporadas.

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En 1958, estando en filas octubrinas, luego de una reunión dominical, los militares esperaban a los futbolistas remisos. En la redada cayó Julio Arce. En el cuartel se armó el equipo. El milagreño Honorato Mariscal Gonzabay, elegido capitán, dijo: “Arce es el arquero”. En la defensa formaban Jaime Ubilla, Gonzabay y Argüello; Flavio Nall o Hugo Pardo y Mario Zambrano, y en la artillería Pedro Camberra Gando, José Merizalde, Chalo Salcedo y Emilio Gato Márquez.

Julio Arce. Foto: Cortesía

Cuenta Julio: “El director técnico era Dantón Marriott, pero el jefe del regimiento era el mayor Lorenzo Hinojosa. Un día nos mostró un libro que había comprado y eran lecciones de fútbol del húngaro Ladislao Kubala. Cuando terminó de leerlo, Hinojosa despidió a Dantón y asumió el mando. Usaba unas largas mesas con arena donde daban lecciones bélicas. Hinojosa sacaba los soldados y los tanques y ponía unos muñecos uniformados de futbolistas que había mandado a fabricar y allí nos inculcaba sus lecciones tácticas. No nos fue tan mal. Ganamos 23 partidos y todos los campeonatos en que jugamos. Una revista deportiva me bautizó como el Conscripto volador y en Quito salió una foto mía con este título: ‘Un señor arquero’”.

Y continúa: “En 1959 me llamó Barcelona para jugar el cuadrangular de inauguración del estadio Modelo. Hasta último momento el arquero era yo. De repente, el entrenador, el yugoslavo Zvonimir Gajer, me llamó para decirme que los dirigentes habían pedido como refuerzo a mi gran amigo Hugo Mejía. Fui al camerino, me vestí y me fui a la tribuna. Allí me fueron a ver Gajer y los dirigentes y mi respuesta fue: ‘Barcelona no me necesita’, y me quedé en la tribuna”.

En Colombia

Ese año lo vino a buscar Oswaldo Guerra para llevarlo al Deportivo Quito. Tuvo una grata estancia con compañeros como el argentino Tito Burgos, Pajarito Charpantier, Juan Ruales, Garzón, Pardo, Sánchez y Ernesto Guerra. Tito Burgos hizo un contacto con Sporting de Barranquilla y allí estuvo Arce media temporada. Pancho Villegas, otro renombrado técnico, quiso llevarlo a Once Caldas de Manizales, pero prefirió volver porque lo buscaba Emelec. El célebre jugador y técnico uruguayo Héctor Scarone, entrenador del Deportivo Quito,  lo citó a su casa y le anunció que lo iba a colocar en Nacional de Montevideo. “Fue la gran oportunidad de mi vida -confiesa Arce- pero la desperdicié. Yo era tímido, había sido padre por primera vez y no me sentía bien lejos de mi familia, casi sin comunicación”

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Arce volvió a 9 de Octubre y luego a Patria y jugó hasta 1965, año en que se lesionó el hombro y debió ser operado. Allí decidió privilegiar el trabajo y abandonar el fútbol. “Me dio grandes satisfacciones. Un día vine con Deportivo Quito y le ganamos a Barcelona 1-0 con gol de Carlos Ramallo. Esa noche atajé hasta el viento y la hinchada torera me paseó en hombros pidiendo que yo volviera al Ídolo. Aún me dura la emoción cuando lo recuerdo”. Palabras de un arquero de los que volaban y atrapaban el balón en el aire sin dar rebotes, todo a mano limpia. (O)