Hubo un tiempo, cada vez más lejano, en que los periodistas del deporte sabían escribir, poseían un alto nivel de cultura, opinaban con conocimiento de los temas deportivos, eran lectores consumados y conservaban en sus casas nutridas bibliotecas. Hablo con pena de esa época que se fue, aunque hoy superviven algunos jóvenes con inteligencia para encargarles una entrevista, un reportaje, una investigación o una crónica. Son muy pocos, pero afortunadamente nuestro periodismo los tiene. Los demás se refugian en las estaciones de radio, en algún canal desprevenido o en su propia emisión a través de YouTube.

Escucho a veces a un par de apreciados colegas luchando por culturizarlos, pero resultan derrotados ante excusas como estas: “No tengo tiempo de leer ningún libro, soy esclavo de la inmediatez”; “¿Para qué leer libros si todo lo tengo en mi celular?”; “Los libros son para líricos y vagos”; “Qué adefesio eso de literatura o historia, si lo que la gente quiere oír es de táctica y estrategia”; “Yo vivo pegado a mi celular porque ya es parte de mi cuerpo”.

Puedo repetir un centenar de excusas anticulturales, pero allí están cada día esparciendo ignorancia en un medio que glorifica a Peso Pluma y Bad Bunny, pero desdeña a Joan Manuel Serrat, premio princesa de Asturias del arte.

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Selección del Vicente Rocafuerte, campeona intercolegial de 1954. A la derecha de la madrina, Otón Chávez, autor del gol del triunfo. Foto: Cortesía

Otón Chávez Pazmiño es el personaje de mi columna de hoy. Un caballero del deporte y un periodista ejemplar que prestigió y honró las filas de la Federación Ecuatoriana de Fútbol, de la que fue presidente; el Club Sport Emelec como futbolista y dirigente y Diario EL UNIVERSO, del que fue editor de Deportes (entre 1988 y 1991) y columnista hasta hace pocos años. Acaba de cumplir, el 18 de este mes, 90 años “de feliz y risueña existencia”, como decía la recordada Anita Huancayo en su programa Guayaquil radiado, que se emitía por la hoy desaparecida radio Cóndor.

Como lo he anotado al inicio, Otón eligió seguir el dictado de sus genes y de la tradición periodística. Es hijo del inolvidable Rodrigo de Triana, seudónimo que adoptó su progenitor, Rodrigo Chávez González; y es nieto de Modesto Chávez Franco, cronista vitalicio de Guayaquil. Don Rodrigo fue periodista, poeta y escritor, y en la vida de nuestro Diario y la de Otón dejó una valiosa anécdota: fue el primer periodista deportivo cuando EL UNIVERSO empezó a circular en septiembre de 1921.

Como su padre, Otón eligió la cultura desde su juventud; en un hogar en el que abundaban los libros se hizo lector apasionado, pero también sentía un estremecimiento interior cuando veía saltar un balón. Cuando fue a vivir al barrio La Concordia se atrevió a mezclarse con los peloteros, entre los que estaban Alfredo Bonnard, que era delantero en el club México; los hermanos Carlos y Víctor Garzón y Homero Mello Cruz, quienes ya llamaban la atención en el Panamá y pasaron después al Everest. En esas calles descubrió que tenía clase futbolística.

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Otón Chávez (d) en Emelec, en un partido de primera división en el estadio Capwell, en 1954, atento al desenlace de una jugada. Foto: Archivo

Su predilección por Emelec ya había despertado desde que don Rodrigo lo llevó al viejo estadio Guayaquil, y junto con su amigo Pepe Carbo Robles (años después estrella del básquet) vieron jugar a José María Chivo Jiménez, primer ídolo de ambos. Decidieron afiliarse al club eléctrico. Otón lo hizo el 3 de mayo de 1951 y de inmediato lo incorporaron a los juveniles junto con Jaime Ubilla, Otto y Galo Legarda, Pacífico Centeno, Heriberto Alvia, Cristóbal Jalón y otros. Fueron campeones en juveniles y en reservas.

En 1954 llegó a dirigir a Emelec el chileno Renato Panay, que fue quien lo pasó de la reserva al primer plantel junto con jugadores ya consagrados, como el gran zaguero central argentino Eladio Leiss y los nacionales Galo Solís, Ricardo Chinche Rivero, Humberto Suárez Rizzo, que había jugado en el Deportivo Pereira de El Dorado colombiano; Júpiter Miranda, el endiablado José Vicente Balseca, que era centrodelantero antes de la contratación de Carlos Alberto Raffo; y el temible Eduardo Bomba Atómica Guzmán.

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Con Chávez alternando en la titularidad y la incorporación de Jorge Pibe Larraz, ese Emelec de 1954 se convirtió en el primer Ballet Azul que dos años más tarde sería campeón de Asoguayas. Para la vida deportiva de Otón, futuro jefe de Deportes de EL UNIVERSO, queda el registro de haber jugado el Clásico del Astillero. Fue el 24 de julio de 1954 y Panay puso esta alineación: Humberto Vásquez; Jaime Ubilla, Eladio Leiss y Alfredo Morán; Galo Solís y Bolívar Herrera; Carlos Romero, Júpiter Miranda, Humberto Suárez, Otón Chávez y Eduardo Guzmán. El partido terminó 2-2.

Otón Chávez (i), titular de la Comisión de Fútbol; Beltrán Sosa, Eduardo García, el directivo Elías Wated y Gerardo Hernández, el 30 de diciembre de 1967, presentan a los refuerzos charrúas. Foto: Archivo

El arribo del argentino Jorge Larraz bloqueó un tanto las aspiraciones de Otón, quien pidió en 1955 a los dirigentes que lo presten al Español, el equipo de César Maruri. Regresó a Emelec en 1957, pero la situación era la misma, por lo que optó por firmar por Favorita, el elenco que armó Alberto Vallarino Benites, que tuvo en sus filas a Luis Niño Jurado, Galo Solís, Enrique Pajarito Cantos, Adulfo Patita Estrella, Guillermo Avilés, Pedro Asán, entre otros. Favorita se impuso con largueza en el torneo de ascenso, pero, de manera sorpresiva, los directivos de la empresa decidieron suprimir la ayuda económica que daban al equipo y Alberto Vallarino decidió liquidarlo. Con esa frustración, Otón Chávez decidió colgar los botines a los 24 años, cuando tenía aún mucho que dar al balompié.

Emelec lo llamó entonces a colaborar en 1962, al lado de Antonio Briz, uno de los dirigentes históricos de la institución. Fue la Comisión de Fútbol de la que Chávez fue parte la que eligió a Fernando Paternoster como técnico. El propósito era conservar el ideario futbolístico del club: pelota al piso, búsqueda del arco contrario, exquisitez y finura en el trato del balón y compromiso con el espectáculo. Nació aquí el segundo Ballet Azul, del que Otón puede reclamar derechos de autor. Del primero como jugador y del segundo como dirigente.

No se necesita ser hincha eléctrico para recordar con deleite a Manolo Ordeñana, Ramón Maggereger, Cruz Alberto Ávila, Henry Magri, Walter Arellano, el Loco Balseca, Jorge Bolaños, el genial conductor; el Flaco Raffo y Enrique Raymondi, goleadores implacables; Roberto Pibe Ortega, Galo Pulido, Manuel Chamo Flores, Clemente de la Torre, Juan Moscol y tantos más.

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Otón fue presidente de la comisión de 1967 a 1970 y quedó para la historia un gesto suyo en 1982. Los dirigentes de entonces decidieron vender el estadio Capwell, que había sido descuidado en su conservación. Una empresa se propuso demolerlo para construir un supermercado y unas torres de departamentos. Nuestro amigo lideró a los socios que no aceptaban la negociación y alegó que, si se cambiaba el destino de la donación municipal, el terreno debía revertir al cabildo. Allí se cayó el proyecto y fue entonces que Nassib Neme empezó a concebir la remodelación que culminó con la joya que es hoy el Capwell.

Mi amigo-hermano Otón Chávez Pazmiño, hombre de alta intelectualidad, tuvo el gesto generoso de prologar tres de mis libros y abrir las puertas a la columna Anécdotas del Domingo, que duró ocho años en EL UNIVERSO. Hace pocos días sopló 90 velitas. Yo me comprometo a acompañarlo cuando cumpla su primer centenario. (O)

Luego de su retiro como jugador, Otón Chávez se destacó como directivo de Emelec y periodista. Foto: Archivo