En México, el debate por la desaparición del Instituto de Transparencia, Acceso a la Información Pública y Protección de Datos Personales de la capital terminó en un enfrentamiento a golpes, empujones y jalones de pelo de los legisladores. Independientemente de la sanción disciplinaria a la que los someterán, de acuerdo con la ley de su país, preocupa que los golpes superen a los argumentos y que ocurra en los escenarios más diversos del mundo.

Las redes sociales se han convertido en canal de exposición de grescas. En Ecuador el lunes pasado circularon videos de un conflicto entre tres mujeres en Samborondón y otro grabado en el norte de Guayaquil en donde se observa a cuatro hombres atacar a una mujer trans. En los dos audiovisuales hay violencia extrema.

La saña expuesta debe desembocar en actuaciones de la Fiscalía abriendo indagaciones de oficio y que la Policía Nacional se dé a la tarea de capturar a los protagonistas.

Publicidad

El odio y la agresividad son un síntoma de la descomposición social. En Ecuador hay leyes que los sancionan, pero sigue ocurriendo y la tecnología viraliza los hechos rápidamente.

Los videos son evidencia de la crisis de la sociedad. Además de cuestionar a los que atacan, hay una pasividad en los que graban y algunos hasta incitan a los agresores. Las redes sociales no pueden convertirse en testigos fríos que despiertan el morbo o comentarios y condenas del deterioro social. Los videos deberían ser considerados pruebas y usarlos para identificar a los agresores e imponer sanciones a través de la justicia.

Los casos mencionados en esta columna no son los únicos. Desde el fin de semana circulan otros videos de riñas entre mujeres o jóvenes, tan condenables como los altercados políticos. Es momento de detener la violencia y rescatar valores en la formación ciudadana. Cuando hay diferencias de opiniones o conflictos la mejor forma de resolverlos es hablando, argumentando. La fragmentación y el odio destruyen al mundo. (O)