Lo sucedido en España esta semana nos recuerda dos cosas que deben estar presentes en las sociedades humanas: solidaridad y trabajo en equipo para enfrentar emergencias.

La primera surge cada vez que suceden eventos como los relacionados con la depresión aislada en niveles altos (DANA) que ha afectado a una amplia zona del sur y el este del territorio español con lluvias y grandes inundaciones, causando la muerte de más de 200 personas, a las que hay que sumar las decenas de desaparecidos. De acuerdo con la Cancillería ecuatoriana, se había reportado como desaparecidos a ocho ecuatorianos, de los cuales siete ya fueron encontrados con vida. Es la peor tragedia de origen natural en el último siglo en ese país de Europa.

Desde todos los rincones de España y desde el extranjero no han parado las muestras de apoyo y colaboración con los damnificados, aunque ahora el gran reto es poder distribuir la ayuda.

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El segundo punto es que emergencias como esta nos recuerdan la necesidad de que autoridades, élites y población se unan para enfrentarlas y preparar mejores respuestas ante cualquier catástrofe. Es común que en tiempos de polarización, más aún relacionados con procesos electorales, las distintas partes alienten el conflicto –lo vemos en redes sociales–, pero para encontrar soluciones en medio de la tragedia es obligatoria una para a los ataques y un compromiso para lograr aunque sea acuerdos mínimos en objetivos comunes, en este caso responder con la ayuda necesaria y rápida a los afectados. En otros escenarios como la inseguridad y diversas crisis también se requiere madurez para sobreponerse a posiciones sectoriales y buscar con pragmatismo un concierto.

En Ecuador se puede mencionar lo sucedido en el terremoto de 2016, y mundialmente la pandemia de COVID-19. Al principio surge lo bueno de las personas, pero pasa el tiempo y olvidamos esa necesidad de unión que vuelve fuertes a los pueblos ante las crisis. Es vital superar esta dinámica errónea para mejorar como sociedad y desarrollarnos. (O)